Francisco: liderazgo más allá de los creyentes

Roman Rodríguez con algunos de los diputados de NC-bc (1)

La reciente muerte del Papa Francisco está teniendo el trascendental impacto que supone la pérdida del máximo dirigente de una de las instituciones de mayor trayectoria histórica y que influye, además, en la espiritualidad y en la vida de millones de personas en todo el mundo. Esta circunstancia, válida para sus antecesores, seguramente se multiplica exponencialmente en un mundo muy mediático y, asimismo, por la singular personalidad de Jorge María Bergoglio, que no eludió pronunciarse públicamente sobre distintos asuntos, algunos muy delicados para la milenaria institución que presidía, y esbozar una voluntad transformadora cuyos efectos reales habrá que analizar, de forma sosegada, a medio y largo plazo.

Desde los comienzos de su pontificado, junto al reconocimiento de su intención reformista, imprescindible seguramente en una Iglesia alejada de la realidad y un mundo cada vez más secularizado y plural, muchos se planteaban el alcance que tendrían esas reformas, conscientes de las numerosas dificultades para sacarlas adelante. Y casi todos le reconocían que comenzaba a ganarse un liderazgo moral mundial, incluso más allá de los propios creyentes.

¿Reformador o seductor?

El teólogo Guillermo Múgica destacaba dos años y medio después de su nombramiento que “hay quien se pregunta si Francisco es un reformador o un seductor; si nos hallamos ante un representante genuino y eficaz de una nueva manera de entender la Iglesia y su presencia en la sociedad o estamos, por el contrario, ante un inteligente, calculado y oportunista diseño táctico. Se trataría en el fondo de frenar, o al menos paliar, la constante deserción y sangría de fieles; de contrarrestar las resistencias internas con un reforzamiento de la imagen externa, o de compensar con progresismo social un supuesto inmovilismo doctrinal y disciplinar.”

Guillermo Múgica consideraba entonces en la revista Galde que Francisco estaba iniciando una renovación profunda de las estructuras del catolicismo, aunque afirmando que coincidía con Marco Politi, periodista experto en cuestiones vaticanas, en cuando este señaló que Francisco “es consciente de haber puesto en marcha una empresa que supera el término de su pontificado”.

La duración de su mandato, doce años, y las consolidadas inercias y las profundas resistencias conservadoras en el seno de la Iglesia creo que le dan plenamente la razón. Politi lo calificó tras su muerte como un Papa que había estado “muy cercano a la gente, pleno de humanidad y de compromiso con las personas más vulnerables, además de muy preocupado por la división de la Iglesia”, recordando la fuerte oposición ultraconservadora que ha tenido Francisco.

El balance inmediato de su pontificado es, con toda seguridad, necesariamente desigual, con luces y sombras, como en cualquier trayectoria y obra humana. Y las posibilidades de que germinen las semillas que plantó resultan completamente inciertas, con el riesgo de que un retroceso ultraconservador en la dirección de la Iglesia impida su crecimiento y que sigan sin superarse algunos de sus planteamientos menos presentables y entendibles y que suponen una vulneración de la igualdad entre las personas. Entre ellos, fundamentalmente, la marginación que sufren las mujeres en su seno.

En este asunto muy poco se ha movido en su pontificado, más allá de algún nombramiento (caso de la directora de los Museos Vaticanos) y la incorporación a algunos grupos o comités de trabajo hasta entonces exclusivamente masculinos. Pero, en pleno siglo XXI, cuando las mujeres están integradas en todos los ámbitos sociales, estas siguen sin poder aspirar, no ya a ser obispas, cardenales o papas, sino ni siquiera a formar parte del clero. Otras religiones han dado pasos firmes para la igualdad entre mujeres y hombres. La Iglesia Católica, no.

Por otra parte, la actitud de Francisco con la comunidad LGTBI ha sido tímidamente positiva. Reconociendo el histórico maltrato de la Iglesia a los homosexuales y defendiendo que estos no deben ser objetos de discriminación.

Pobres y migrantes

Su defensa de los más pobres y vulnerables conecta con el Evangelio y con el cristianismo de base, sin ser una réplica de la teología de la liberación que tanto peso tuvo en América Latina. Un cristianismo de base que históricamente ha tenido gran fortaleza en Canarias, siendo determinante durante la transición y los primeros años del periodo democrático en el impulso de movimientos obreros y sociales -como el pacifista y anti-OTAN-, y, asimismo, en la construcción del canarismo progresista.

Ese apoyo a los más vulnerables fue muy claro en el caso de las personas migrantes. Considerando un pecado grave los actos que cometen quienes trabajan «sistemáticamente, por todos los medios, para repeler a los migrantes”. En esa línea, en noviembre de 2023 Francisco se dirigió a los obispos de las diócesis canarias en una carta en la que señalaba que “la sensibilidad y hospitalidad que caracteriza al pueblo canario deja huella también en el modo de acoger, proteger, promover e integrar a los hermanos y hermanas que llegan a sus costas buscando un porvenir”. Hay que recordar que incluso se planteó visitar Canarias para mostrar su apoyo al acogimiento de las personas migrantes.

Una posición respecto a los más pobres y hacia los inmigrantes, desplazados y refugiados -también con relación a la conservación del planeta y la lucha contra la crisis climática y sus consecuencias- que le granjearon el rechazo frontal, cuando no el odio manifiesto, por parte de las extremas derechas políticas y mediáticas. También eclesiásticas. Lo que se ha repetido estos días con las reacciones de los ultras a su fallecimiento y la valoración de lo que ha supuesto su pontificado, en las que no faltan las acusaciones de “desvarío moral” o de “colaborador del comunismo”.

Gaza y Ucrania

Fue nítido su rechazo a la brutal ofensiva militar que Israel está desarrollando en Gaza, llegando a señalar que algunos expertos la consideraban que tiene “características de genocidio” y exigiendo permanentemente el diálogo y la búsqueda de la paz en la región. “Hago un llamamiento a las partes en conflicto: declaren un alto el fuego, liberen a los rehenes y acudan en ayuda de un pueblo hambriento que aspira a un futuro de paz”, afirmó en su última declaración pública, pocas horas antes de su fallecimiento. Asimismo, calificó la guerra por la invasión rusa de Ucrania como un acontecimiento “doloroso y vergonzoso para la humanidad”.

Un Papa comprometido en el dialogo y el entendimiento con otras religiones y culturas. Un Papa que medió en prolongados conflictos internacionales. Un Papa de las periferias, tanto las geográficas como las existenciales marcadas por la marginación, el abandono y el empobrecimiento.

 

Por último, tras unos titubeos iniciales, Francisco desplegó una batalla contra los abusos sexuales a menores dentro de la Iglesia, un escándalo con cientos de miles de víctimas en todo el mundo. Pero sus esfuerzos para combatir la pederastia, apoyar y reparar a los que sufrieron abusos sexuales por sacerdotes y separar de la institución a los culpables y a quienes los encubrieron, no siempre contaron con el apoyo de los obispos y del conjunto de la jerarquía vaticana.

En definitiva, el Papa Francisco representó una voz moral ante un mundo que se encamina al desorden y a la reacción del autoritarismo y el belicismo global. Una voz comprometida con el presente y el futuro del planeta y con la realidad cotidiana de la gente que lo habita, especialmente la que más sufre: víctimas de los conflictos bélicos, naciones y personas empobrecidas, migrantes… Crítico con los excesos del capitalismo, el liberalismo y la globalización. Considero que, al margen del debate sobre su nivel de progresismo, es cierto que llevó a la Iglesia Católica a entender que debían darse pasos para adaptarse a los derechos y las libertades que la sociedad va conquistando, a pesar de los fuertes contrapesos conservadores que tenía. Un camino que apenas inició y dio sus primeros pasos; y que veremos como continúa, o no, su sucesor.

Román Rodríguez es presidente de Nueva Canarias-Bloque Canarista (NC-bc).