Canarias reveladas: un viaje literario entre redescubrimiento y conquista

Bartolomé-de-las-Casas

por Alfonso Licata

Siglos antes de que las playas soleadas de las Canarias se convirtieran en el destino deseado por millones de turistas, este archipiélago volcánico fue escenario de una intensa actividad de exploración, conquista y estudio, tras su «redescubrimiento» en la época medieval. Desde la audaz navegación hasta las plumas de los intelectuales, las Canarias emergieron de las nieblas del olvido gracias a una variedad de protagonistas, cada uno con un papel único en la conformación de su historia e imagen en Europa.

El genovés Lanzarotto Malocello, probablemente en 1312, rompió el velo que envolvía las afortunadas islas. Aunque su permanencia de veinte años en Lanzarote se conoce solo gracias al portulano de Angelino Dulcert de 1339, su audacia lo consagra como el primer europeo en establecer un contacto prolongado con el archipiélago después de la Antigüedad. Su presencia, aunque envuelta en el misterio de las fuentes, marcó el inicio de una nueva era de interés por estas tierras.

Décadas después de Malocello, fue el gran literato florentino Giovanni Boccaccio quien ofreció la primera descripción detallada de las Canarias. Su tratado de 1342, «De Canaria», no es una crónica de viaje personal, sino una cuidadosa reelaboración del relato de una expedición florentina de 1341. Gracias a Boccaccio, la Europa culta conoció no solo la geografía de las islas, sino también los usos, costumbres e incluso la lengua de los enigmáticos Guanches, los aborígenes canarios. La obra de Boccaccio testimonia un enfoque casi «científico» del descubrimiento, anticipando la etnografía en siglos.

Con el inicio del siglo XV, el tono cambió radicalmente. «Le Canarien«, la crónica de la conquista normanda liderada por Jean de Béthencourt y Gadifer de la Salle a partir de 1402, representa la narración más completa y vívida de este período. Esta obra, disponible en varias versiones, es un relato minucioso de las expediciones, los encuentros, las batallas y la progresiva sumisión de las islas. Es el testimonio crucial de la expansión europea y del dramático impacto en los indígenas, fundamental para comprender la inevitable colonización.

A mediados del siglo XV, la escena atlántica vio emerger a navegantes de la talla del veneciano Alvise da Ca’ da Mosto y el genovés Antonio da Noli, ambos al servicio de Enrique el Navegante de Portugal. Aunque sus exploraciones se dirigieron principalmente a las costas africanas y a las Islas de Cabo Verde (descubiertas por Da Noli en 1460), las Canarias eran un punto de referencia estratégico en sus rutas. Sus «Navegaciones» y sus actividades comerciales y coloniales contribuyeron a definir el naciente «Mundo Atlántico», posicionando las Canarias en el centro de las crecientes disputas entre las potencias ibéricas por el control de las rutas oceánicas. A pesar de no haber producido «crónicas» específicas sobre las Canarias, sus aventuras marítimas consolidaron el conocimiento geográfico y estratégico del archipiélago.

El canónigo y jurista suizo Felix Hemmerlin (ca. 1388-1460) ofrece una perspectiva diferente. En su «De nobilitate et rusticitate dialogus», no fue un viajero, sino un intelectual que incorporó las noticias de las Canarias en su debate filosófico-social. Su mención de las islas, aunque basada en información de segunda mano, demuestra cómo los descubrimientos atlánticos estaban permeando el pensamiento académico europeo, estimulando reflexiones sobre la diversidad humana y la expansión del mundo conocido.

El papel de la Iglesia Católica en el conocimiento y la asimilación de las Canarias fue omnipresente. Mucho antes de la conquista completa, los Pontífices mostraron un vivo interés por las islas. Ya en 1344, por ejemplo, el Papa Clemente VI nombró a Luis de la Cerda «Príncipe de las Islas Afortunadas», un acto que, aunque nunca se materializó militarmente, legitimó las ambiciones europeas y puso el foco papal en el archipiélago.

Con el avance de la conquista, la Iglesia se convirtió en parte integrante del proceso. Las órdenes mendicantes, en particular Franciscanos y Dominicos, fueron de las primeras en establecer misiones. Fueron los misioneros quienes redactaron las primeras gramáticas de las lenguas indígenas (aunque fragmentarias), compilaron relatos sobre las poblaciones y actuaron como intermediarios culturales, buscando comprender y convertir a los Guanches. La fundación de las primeras diócesis, como la de Rubicón en Lanzarote (primera sede episcopal transoceánica de Europa), y el nombramiento de obispos como Mendo de Viedma (que operó en las primeras décadas del siglo XV), marcaron la institucionalización de la presencia eclesiástica. Estos prelados y sus vicarios fueron figuras clave no solo en la evangelización y la organización eclesiástica, sino también en la recopilación de información sobre las islas y su integración en el contexto cristiano europeo. Su correspondencia y los registros eclesiásticos representan hoy fuentes preciosas para los historiadores.

En el siglo XVI, la narrativa de las Canarias se enriquece con voces críticas que denuncian las violencias de la conquista. Paralelamente, figuras clave como Pedro Mártir de Anglería (1457-1526), humanista e historiador en la corte española, aunque centrado principalmente en los nuevos descubrimientos americanos, ofrece una importante perspectiva sobre las Canarias. En sus célebres «Décadas del Nuevo Mundo» (De Orbe Novo Decades), una de las primeras y más autorizadas obras en documentar los viajes y descubrimientos en el continente americano, Anglería menciona repetidamente las Canarias no solo como punto de escala obligado para las flotas que se dirigían a América, sino también como «puerta» de acceso al Nuevo Mundo. Sus descripciones, aunque breves, subrayan la importancia estratégica del archipiélago y su función como trampolín para la expansión transatlántica española, colocando las Canarias en una perspectiva global y anticipando su futura centralidad en las rutas comerciales y coloniales.

A esta visión del papel estratégico de las Canarias se unen voces críticas como la del milanés Girolamo Benzoni, autor de «La Historia del Nuevo Mundo», quien, aun concentrándose en las Américas, dedica una sección significativa a las Canarias. Las describe como un punto de partida esencial para las expediciones transatlánticas, pero no duda en criticar duramente las brutalidades de la conquista y la suerte de los aborígenes.

A esta crítica se une con aún mayor fuerza la figura de Bartolomé de Las Casas (1484-1566). Este fraile dominico español, ex encomendero convertido en férreo defensor de los derechos de los indígenas, es célebre por sus denuncias de las atrocidades cometidas por los conquistadores en el Nuevo Mundo. Aunque su principal campo de acción fue América, sus obras, en particular la «Brevísima relación de la destrucción de las Indias» y la «Historia de las Indias«, hacen referencia explícita a las Canarias como el primer «laboratorio» de la conquista española y del tratamiento de los indígenas. Las Casas veía las Canarias como el prólogo de las tragedias que luego se replicarían en América, un lugar donde los Guanches fueron exterminados, reducidos a la esclavitud y cristianizados por la fuerza. Su testimonio, basado en experiencias directas y un profundo conocimiento de los acontecimientos, ofrece una condena moral e histórica de la violencia colonial, convirtiéndolo en una de las figuras más importantes en la reflexión sobre los derechos humanos y la ética del descubrimiento.

Desde la curiosidad aventurera de Malocello hasta la reflexión crítica de Las Casas y Benzoni, pasando por las detalladas crónicas de conquista, las intuiciones de los literatos y la organización de la Iglesia, las Islas Canarias han atravesado una época de profunda transformación. Se han convertido no solo en un cruce geográfico para la expansión europea, sino también en un laboratorio para el encuentro entre culturas y un catalizador para nuevas formas de narración y conocimiento. Su historia post-redescubrimiento es un complejo mosaico de navegación, violencia, curiosidad y, en última instancia, la inevitable interconexión de un mundo que se descubría cada vez más vasto.

*Presidente de la Sociedad Dante Alighieri-Comité de Canarias

*Presidente del Comité Internacional del VII Centenario del redescubrimiento de Lanzarote y Canarias por el navegante italiano Lanzarotto Malocello

*Corresponsal Consular de Italia en Lanzarote