Editorial: Somos esclavos del WhatsApp

Palabreja extraña, rara, difícil de escribir, que a pesar de todo se la saben de memoria hasta los niños de teta, que ya nacen con la lección aprendida de cual debe ser su modo de contacto con el resto del mundo.

¿De donde saldría y que significará WhatsApp?. Reconocemos que somos lerdos en la materia y la verdad es que tampoco nos hemos preocupado de cultivarnos en las nuevas fórmulas del intercambio virtual.

¿Cuales son sus consecuencias?

Creemos que con el WhatsApp y lo que viene estamos perdiendo parte del intimismo y del contacto directo de la conversación personal. Nos estamos tecnificando de tal manera que los sentimientos y las sensaciones están pasando a un segundo plano. Los jóvenes se encierran en su aparatito con la famosa aplicación, y desde él y para él viven. Sueñan con el WhatsApp, se despiertan con el WhatsApp, estudián y trabajan con el WhatsApp y hasta comen con el dichoso WhatsApp.

Las reuniones de amigos se vuelven tediosas, aburridas y desesperantes, todos ellos en torno a una mesa intentando inicar una conversación, mientras unos y otros interrumpen permaentemente con la inevitable tom de contacto permanente del WhatsApp.

Nos estamos volviendo poco comunicativos en el cuerpo a cuerpo, incluso establecemos conexiones para todo a través del móvil, que en la mayoría de los casos echa ya hasta «humo» de tanto usarlo.

Hasta hace no mucho, en las familias se echaba la culpa a la tele de la falta de comunicación , y los padres  en muchos casos «cabreados», la hacían apagar durante las comidas, al menos para establecer un nexo de unión familiar. La palabra y la comunicación eran imprescindibles para una aceptable convivencia. Hoy, lo del WhatsApp es imparable,no se puede controlar, es imposible, su soniquete medio sordo suena y vibra a cada momento, mensajeándonos para todo, hasta para darnos los buenos días o las buenas noches. ¡Es un auténtico disparate!.

Los avances y la técnica son buenos, traen muchas comodidades, pero su utilización debe ser comedida, adecuada y controlada. Su utilidad desproporcionada nos puede hacer esclavos de un medio devastador, que en un futuro no muy lejano puede traer consecuencias graves irreversibles.

Por nuestra parte…. ¡basta ya de WhatsAppear..!