Fue posible, es urgente: La Educación Afectiva y Sexual Integral como derecho en Canarias
Mary C. Bolaños Espinosa. Maestra, Máster en Sexualidad Humana.
Ex Coordinadora del Programa Harimaguada
Hubo un tiempo en que…
Hace casi 40 años, la Consejería de Educación del Gobierno de Canarias puso en marcha el Programa Institucional de Educación Sexual Harimaguada. Un programa pionero que apostaba por una educación afectiva y sexual integral y biográfica, frente a enfoques meramente preventivos; que concebía estos procesos como parte del día a día de los centros educativos, desarrollados por el profesorado, la comunidad educativa y el entorno comunitario, frente a acciones externas, puntuales y ajenas a sus protagonistas. Para hacerlo posible, la Consejería de Educación ofrecía formación presencial al profesorado, por centros y/o zonas, acompañamiento a lo largo del curso, apoyo para coordinar y formar a las familias, materiales específicos y conexión con los recursos del entorno, tejiendo redes de colaboración comunitaria. Fue una experiencia innovadora que no solo se hizo realidad en Canarias, sino que también sirvió de modelo para otras comunidades del Estado español e incluso para otros países.
Tras el importante camino recorrido durante sus primeros diez años como Programa Institucional Harimaguada (1986-96), en 1997 se logró poner en marcha el Plan Canario de Educación y Atención a la sexualidad juvenil, una conquista social pionera y un auténtico hito histórico. Este Plan se caracterizó por la transversalidad e integralidad que el Programa Harimaguada había reivindicado insistentemente, y supuso el compromiso conjunto de las Consejerías de Educación, Sanidad y Servicios Sociales. Fue posible gracias al esfuerzo sostenido, durante años, de profesionales de la educación, la sanidad y los servicios sociales, así como de colectivos y ONGs, y a la participación activa de la población implicada en el mismo. Sus líneas de actuación comenzaron a implementarse entre 1999 y 2002, pero a partir de entonces el Plan sufrió un progresivo desmantelamiento, vaciándose de recursos, presupuesto, respaldo institucional y apoyo real.
A partir del año 2004, con la supresión del Programa Harimaguada, se inició un periodo en el que el modelo de Educación Sexual en Canarias cambió radicalmente. Se pasó de una propuesta integral, biográfica y comunitaria a intervenciones puntuales, deslavazadas y realizadas por agentes externos a los centros educativos. Conociendo la complejidad que conlleva promover cambios reales en actitudes y conductas, ya entonces nos atrevimos a afirmar -tal como ha demostrado la práctica-, que este enfoque estaba abocado al fracaso.
Sorprendentemente, muchas de las necesidades que se recogían en un vídeo de finales de los 80, en el que se presentaba el Programa Harimaguada, siguen siendo prácticamente las mismas que hoy. Quizás ahora debamos sumar el impacto de las tecnologías de las relaciones y de la comunicación (TRIC), pero las carencias de base se repiten. Incluso, algunas ideas que entonces se planteaban nos resultan más avanzadas que muchas de las prácticas que se desarrollan actualmente en los centros educativos. ¿Cómo es posible que un vídeo educativo de hace casi cuatro décadas nos parezca más actual que muchas de las acciones que se llevan a cabo hoy? La respuesta es clara: a pesar del tiempo transcurrido, de los avances legislativos y de los discursos que reconocen su necesidad, la Educación Afectivo y Sexual (EAS) integral, biográfica, feminista y comunitaria sigue siendo una asignatura pendiente en Canarias. Recuperar este modelo – que no encaja en la visión restrictiva que actualmente promueven las instituciones-, es un desafío importante que requiere una mirada comprometida desde todos los ámbitos de la sociedad.
En los últimos años, resistencias como el “pin parental”, el temor al conflicto o la falta de respaldo institucional al profesorado han debilitado aún más el desarrollo de la Educación Afectiva y Sexual. A esto se suman dificultades estructurales persistentes en los centros: plantillas insuficientes, ratios elevadas, currículos sobrecargados, exceso de burocracia, falta de formación específica y de acompañamiento, y escasez de tiempo para la coordinación entre docentes, con las familias y con otros agentes educativos. Todo ello dificulta seriamente la implementación de una educación que debería acompañar a las personas a lo largo de toda su vida, y obstaculiza el desarrollo de acciones integrales y comunitarias de EAS, que siguen siendo tan necesarias como hace décadas.
El peligro de no hacer nada… O de hacerlo mal…
Lo que está en juego no es menor. Ante la realidad que vivimos por la inexistencia de una Educación Afectiva y Sexual adecuada – aumento de ITS, violencia sexual, embarazos no deseados, LGTBIfobia, abusos, bullyng, soledad…-, mucho se habla últimamente de su necesidad. Sin embargo, ese aparente reconocimiento queda reducido a declaraciones que se diluyen en el aire y a promesas que recogen los medios de comunicación, pero que no se materializan en políticas públicas reales.
De ahí la urgencia de denunciar el reiterado incumplimiento de las leyes por parte del Gobierno de Canarias. Su negligencia, evidenciada en la apuesta por medidas claramente insuficientes- como realizar un par de charlas o talleres esporádicos en algunos centros educativos, o publicar una guía didáctica para docentes de Primaria, (último anuncio de la Consejería de Educación) supone una vulneración de los derechos de la infancia y la adolescencia.
Ante el aumento de las críticas y las resistencias hacia la educación sexual, se hace imprescindible un liderazgo político firme y valiente, que recuerde a la sociedad que el acceso a una educación sexual integral es un derecho humano que debe ser garantizado y que genera beneficios individuales y colectivos.
En el ámbito educativo formal, la LOMLOE vuelve a apostar por la transversalidad de la EAS, un planteamiento innovador en los años 90 (LOGSE) que, sin embargo, mostró importantes limitaciones y una escasa concreción práctica. Para que esta educación no quede en meras intenciones, es imprescindible asignarle tiempos específicos, espacios reconocidos, formación, mecanismos de evaluación… evitando que se diluya en un panorama educativo caracterizado por una fuerte presión académica y una organización escolar y curricular profundamente rígida y compartimentada. Debemos decirlo con claridad: la integración real de la transversalidad, y en concreto de la educación afectivo-sexual, sigue siendo una tarea pendiente. Representa un reto clave para la implementación efectiva de la LOMLOE, que no ha recibido la atención necesaria. Sin un compromiso que garantice condiciones humanas, materiales y organizativas suficientes, esta transversalidad continuará siendo un concepto ambiguo y poco operativo, dejando el tema sin abordar, una vez más.
Además de dotar a los centros de condiciones humanas (ratios adecuadas, profesorado suficiente, profesionales de apoyo…) y materiales, necesitamos currículos educativos realistas, centrados en las necesidades humanas, que incluyan de manera explícita la EAS integral en las distintas áreas y asignaturas. También es fundamental ofrecer formación específica y acompañamiento al profesorado vinculada a su práctica concreta, facilitar recursos específicos y apoyar el desarrollo de experiencias integrales y comunitarias que consoliden esta educación como un eje esencial del proceso formativo.
La Educación Afectiva y Sexual Integral Biográfica, Feminista y Comunitaria: fue posible, hoy irrenunciable
Recibir una educación Afectiva y Sexual Integral Biográfica, Feminista y Comunitaria es un derecho humano, que permite abrir espacios para construir formas igualitarias, diversas y placenteras de vivir las relaciones con una misma y con las otras personas. También permite identificar las violencias que puedan darse en este ámbito y plantear alternativas, ayudándonos a comprender que la construcción de nuestro bienestar -y el de quienes nos rodean- nos incumbe. Resolver nuestras necesidades de comunicación, afecto, erotismo e intimidad es una tarea común que nos une a todas las personas.
Para que este derecho sea una realidad se precisa una apuesta decidida y comprometida por parte de los poderes públicos. Se requieren políticas valientes, transformadoras, que incluyan un conjunto amplio de medidas desde un enfoque biográfico, transversal e interseccional, con asignación presupuestaria suficiente a corto, medio y largo plazo. Es imprescindible garantizar los recursos que aseguren que la coeducación y la educación afectiva y sexual, -con implicación de sus protagonistas, y como una responsabilidad compartida por los diferentes agentes sociales-, se conviertan en una realidad en nuestras aulas.
Esa es la apuesta que debemos exigir. Porque, cuando hay coherencia, criterios claros y voluntad política, se puede. En Canarias ya lo logramos una vez. Y si se logró, se puede volver a conseguir. Ese es el legado de Harimaguada.