Hay partido en 2027
Román Rodríguez
El crecimiento de la ultraderecha en todo el mundo invita racionalmente a un profundo pesimismo. La puesta en práctica de sus ideas causa un enorme daño. Fragmenta a las sociedades. Estimula el odio y la violencia hacia distintos colectivos por su procedencia nacional, el color de su piel, su religión o su identidad sexual. Potencia el desmantelamiento del estado social a costa de los pensionistas y de la mayoría social, especialmente las personas más vulnerables. Apuesta por el incremento exponencial del gasto en armamento a costa de reducir la inversión social. Y deja la impresión de que su extensión es casi inevitable, un signo de los tiempos ante el que poco o nada cabe hacer. Y, sin embargo, considero que esto no es así, que es posible y necesario frenar el crecimiento ultra; que resulta un deber, ético y político, enfrentarse a sus planteamientos y generar condiciones para desarrollar actuaciones orientadas hacia mayores niveles de equidad, de justicia y de armónica convivencia. Aunque a veces no lo parezca, hay partido. Como sucedió en julio del 2023 en el Estado español o un año después en Francia.
El ideario de las extremas derechas supone una enmienda a la totalidad a los valores democráticos y a los derechos humanos y al estado social. Lo podemos observar en su racismo y xenofobia, que en Canarias y el Estado español se concreta en su declarada guerra contra las personas migrantes, culpándolas de todos los males, deshumanizándolas. Pidiendo su expulsión, a sabiendas de que, incluso desde un punto de vista exclusivamente interesado y egoísta, supondría un enorme problema económico y social deshacerse de quienes realizan las tareas agrícolas o de servicios más penosas (y peor remuneradas) o los cuidados a nuestros mayores y dependientes. En condiciones laborales que se hace preciso modificar.
Hundir al Open Arms
Lo último ha sido el expresado deseo de Abascal de hundir al Open Arms, embarcación que realiza la humanitaria tarea de rescatar inmigrantes, de salvar vidas en el mar. Coincido con el presidente Clavijo con el rechazo a semejantes ideas fascistas y carentes de humanidad. Aunque esto no concuerda, en modo alguno, con la realidad de que CC gobierne varios municipios canarios con Vox o que apoyara en el año 2023 la investidura de Núñez Feijóo juntamente con la extrema derecha que con sus votos iba a condicionar (como está ocurriendo en numerosas comunidades autónomas y ayuntamientos) las políticas de ese Ejecutivo que pretendían forjar las derechas estatalistas y regionalistas. Un Ejecutivo que, afortunadamente, quedó frustrado por la unidad de la totalidad de las fuerzas progresistas y nacionalistas.
También destaca la ultraderecha por su batalla contra el feminismo y los avances en igualdad logrados en las últimas décadas por las mujeres, aunque queden muchas tareas pendientes, como la equidad salarial o la corresponsabilidad entre hombres y mujeres en los cuidados; los ultras consideran que los hombres están perdiendo privilegios históricos y que no pueden ya ejercer el poder tradicional masculino en las familias y en el conjunto de la sociedad. Niegan, también, la violencia de género y sus consecuencias terribles, así como los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres. El espacio de la derecha extrema también comparte una elevada homofobia.
Privatización de servicios públicos
Su absoluto desprecio a la Crisis Climática tiene graves consecuencias para el planeta y para el conjunto de especies que lo habitan. Pasan por completo de las consideraciones y recomendaciones científicas y se apuntan de forma entusiasta a todo tipo de tesis conspiranoicas. Y obstaculizan desde los gobiernos la aplicación de medidas que frenen el deterioro medioambiental y eviten el calentamiento global. Un calentamiento que influye decididamente en la cada vez mayor ferocidad de los incendios forestales, que se combaten con prevención y, sobre todo, con medidas globales que impacten en la lucha contra el cambio climático. Y sin olvidar que se trata de catástrofes que son combatidas por medios y efectivos públicos, a los que tanto denuestan las derechas políticas, económicas y mediáticas.
Igual sucede en el ámbito de la salud con relación a las vacunas. La Organización Mundial de la Salud (OMS) destaca que la inmunización que estas producen “evita entre 3,5 y 5 millones de muertes cada año por enfermedades como la difteria, el tétanos, la tosferina, la gripe y el sarampión”. Rechazándolas, como hace el responsable de salud estadounidense, Robert F. Kennedy, facilitan la extensión de enfermedades que estaban controladas y ponen en riesgo la salud y la vida de millones de personas.
Asimismo, la extrema derecha tiene entre sus objetivos prioritarios trabajar por el desmantelamiento del Estado social. Constituye el núcleo esencial de sus políticas, como ya se observa en los estados donde gobiernan. Con especial énfasis en la destrucción del sistema de pensiones públicas. Como vienen defendiendo sus voceros en las redes sociales o en las tertulias de diferentes medios de comunicación. Y como pondrán en práctica en el Estado español desde que tengan oportunidad. Mostrándose además entusiastas en la eliminación de los impuestos a los ricos, la significativa supresión de trabajadoras y trabajadores públicos y en dejar los servicios públicos y las propias pensiones al albur del mercado, privatizándolas. Un discurso y una práctica iliberal en el que coinciden Milei, Trump, Orbán o Ayuso.
Frentes amplios y movilización
Resulta muy grave la globalidad de propuestas que plantean, y que suponen un retroceso histórico en las libertades y en los derechos sociales. Pero esta gravedad es aún mayor por el hecho de que las derechas tradicionales -estatalistas, PP y VOX, o regionalistas, UPN y CC, así como sus aliados que dicen no ser ni de izquierdas ni de derechas-, como estamos viendo en el conjunto de la Unión Europea y en el Estado español, les están comprando buena parte de sus discursos, asumiéndolos en sus decisiones de gobierno, alimentando la vorágine machista, racista, xenófoba, homófoba y antiestado. Grave, también, por su contagio a sectores de los medios de comunicación y a una parte de altos funcionarios del aparato estatal.
Si la razón de la deriva del PP es meramente electoralista, copiando su programa para evitar el traspaso de votantes hacia la extrema derecha, no parece que les esté saliendo bien: siguen perdiendo sectores de su electorado en favor de las organizaciones de ultraderecha.
Frente a esa situación de retroceso social las personas progresistas y el conjunto de los demócratas no podemos permanecer impasibles. No debemos dar por sentada la inevitabilidad de la derrota. Hay que hacer frente a esas propuestas injustas y reaccionarias con programas centrados en lo que afecta a la vida de la gente: acceso a la vivienda, calidad del empleo, mantenimiento del sistema de pensiones públicas, fuertes sistemas sanitarios y educativos, adecuada atención a las personas dependientes, seguridad frente al incremento de catástrofes…
Implementando propuestas que apunten nítidamente a seguir avanzando hacia una sociedad más equilibrada, con mayores niveles de equidad, con más igualdad entre mujeres y hombres, con más y mejor democracia. Reconociendo la pluralidad territorial del Estado español. Y, asimismo, con planteamientos y prácticas centradas en el cuidado del planeta para evitar su colapso y destrucción. Es cierto que la barbarie va en este momento avanzando posiciones y que disponen de un importante apoyo económico y mediático. Que juegan con ventaja. Pero, en el plano electoral, se les puede frenar desde la masiva movilización de las mujeres, de los pensionistas, de los empleados públicos o de las personas migrantes con derecho a voto. Y con la imprescindible unidad y confluencia programática de las formaciones de izquierdas y nacionalistas ante una coyuntura tan grave. Por eso, aún hay partido. Podemos y debemos ganarlo.
Román Rodríguez es secretario nacional de Estrategia, Programa y Formación de Nueva Canarias-Bloque Canarista (NC-bc).