La impronta de la mar en la Bajada de la Virgen de Las Nieves V

Balandros `Tirma´ y `Aldabe´

Mario Suárez Rosa

La Regata Lustral

La navegación a vela con fines recreativos comenzó en Holanda en el siglo XVI gracias a sus condiciones geográficas y culturales. El término «yachting» proviene del neerlandés “jacht schip”, que significa embarcación ligera y rápida. Esta afición se extendió a Inglaterra cuando Carlos II regresó de su exilio en un yate holandés, lo que despertó el interés británico. En 1720 se fundó en Irlanda el primer club náutico, el Cork Water Club, que combinaba actividades sociales y náuticas. Durante el siglo XIX, los clubes náuticos se expandieron por Europa y América, pasando de ser exclusivos a más accesibles para distintas clases sociales.

En España, los deportes náuticos como la vela y el remo surgieron tras la Primera República, impulsados por la mejora de las infraestructuras portuarias. En Canarias, pese a las condiciones adversas, el desarrollo portuario a finales del siglo XIX permitió la creación de los primeros clubes náuticos en Tenerife, La Palma, Gran Canaria y Lanzarote. Además de las infraestructuras, influyó el deseo de recuperar la antigua hegemonía marítima española, perdida especialmente tras el desastre de 1898. También comenzó a desarrollarse una incipiente cultura del deporte náutico, aunque con menor fuerza que en países como Francia o Inglaterra.

La primera prueba náutica que podemos denominar regata de altura en Canarias fue la que se celebró entre las islas de Tenerife y Gran Canaria el 9 de mayo de 1909. Fue organizada por el Real Club Tinerfeño con motivo de la inauguración del edificio social del recién constituido Club Náutico de Gran Canaria (1908). Es a mitad de siglo cuando estas regatas amplían su ámbito incluyendo a la isla de Lanzarote por medio de la Regata de San Ginés de la que surgió, como veremos a continuación la Regata Lustral. El origen de la regata de San Ginés pude consultarse en la monografía `Del Casino al Real Club Náutico de Arrecife: 170 años de historia´ – Mario Suárez Rosa (2020).

La primera `San Ginés´, celebrada entre Las Palmas y Arrecife a través del canal de la Bocaina, fue ganada en 1947 por la balandra `A-2´ del Ejército del Aire. Ese mismo año se instituyó un trofeo para la regata de regreso a Las Palmas, impulsado por la Base Aérea de Gando, quizás animados por el sorprendente triunfo de la balandra, uno de los barcos más lentos de la época. En 1948 y 1949 ganó el balandro `Halcón´ del Real Club Náutico de Tenerife, que propuso incluir a Tenerife en el recorrido, creando una nueva etapa entre Arrecife y Santa Cruz, para regresar por último a Las Palmas. Tras suspensiones en 1950 y 1951, y con la ausencia del `Halcón´ en 1952, este nuevo tramo se estableció en 1953, formando un triángulo náutico entre Las Palmas, Arrecife y Santa Cruz de Tenerife. En 1960, con motivo de las Fiestas Lustrales, se cambió la etapa final para unir Santa Cruz de Tenerife con Santa Cruz de La Palma.

Varios fueron los motivos que influyeron en la celebración de la primera edición de la prueba. Por un lado, ese año los clubes náuticos de Gran Canaria y de Tenerife habían establecido correspondencia con el Real Nuevo Club de Santa Cruz de La Palma, cuyo presidente, Carlos Lugo Sosvilla, solicita su colaboración para poder llevar a cabo “la misión de fomento del deporte náutico para cuyo fin se constituyó esta sociedad”. Por otro lado, existía gran interés en realizar una travesía hacia La Palma y, “que mejor ocasión que las Fiestas Lustrales para llevarla a cabo”, aseguraban los entusiastas regatistas de la época.

La prueba era una novedad absoluta y una arriesgada aventura según nos contaba Bernardino Navarro, patrón del `Tirma´, propiedad del Real Club Náutico de Gran Canaria. En aquella época había que solicitar el uso del balandro al club cuyo comodoro, Joaquín Blanco, expuso sus recelos a que su barco insignia participara en una regata consistente en una “atrevida” travesía hacia La Palma. Debemos tener en cuenta que los instrumentos de navegación con los que contaba la náutica deportiva de la época eran escasos y existía el peligro de que el balandro se perdiera en el Atlántico por un error en el rumbo. Finalmente, el `Tirma´ participaría previa contratación de un seguro que cubría la pérdida del barco.

Las embarcaciones y regatistas que concurrieron en la primera edición de esta regata fueron:

`Aldabe´ del Real Club Náutico de Gran Canaria, tripulado por Juan Blanc, Jorge Cantero, y los marineros Antonio Santana y Laureano “Calafate”.

`Balandra A-2´ del Ejército del Aire – Zona Aérea de Canarias, tripulada por Darío del Valle, Alberto Blanco, Vicente Quesada y Juan Santana.

`Halcón´ del Real Club Náutico de Tenerife, tripulado por José Miguel Mandillo, Manuel Domínguez, Estanislao Brotons, Enrique Garriga, y los marineros Ramón Rodríguez y Jacinto Cruz.

`Tirma´ del Real Club Náutico de Gran Canaria, tripulado por Bernardino Navarro, Ventura Quevedo, Antonio Arias, y los marineros Germán Betancor y Agustín Rivero.

La travesía

La Regata Lustral une los puertos de Santa Cruz de Tenerife y Santa Cruz de La Palma cubriendo una distancia de unas 110 millas náuticas, lo que equivale a poco más de 200 kilómetros. En las primeras ediciones la salida se daba en horas del mediodía debido a que el viento a esa hora ya se encuentra por lo general “entablado”, y en previsión de que las embarcaciones llegaran a Santa Cruz de La Palma en horas de la mañana del día siguiente. Debemos tener en cuenta que la velocidad media de los barcos de la época era de unos 5 o 6 nudos.  En la actualidad las embarcaciones realizan el recorrido en unas doce horas de media, por lo que la salida de suele dar en torno a las 18.00 horas de la tarde. La línea de salida se sitúa frente a las instalaciones del Real Club Náutico de Tenerife, desde donde los barcos ponen rumbo hacia el Faro de Anaga, navegando de bolina durante unas doce millas, normalmente bajo el predominio de vientos del nordeste.
Se suele decir una buena la salida significa ganar media regata, por lo que los barcos se disputan la mejor posición en la línea pese a que el largo recorrido de la prueba, así como las distintas condiciones que se van a encontrar a lo largo del mismo serán determinantes en el resultado final.

Tras llegar a los Roques de Anaga las embarcaciones se suelen alejar mar adentro, huyendo de la zona de calma que se suele situar frente ellos, si bien algunos eligen navegar pegados a dichos Roques para acortar distancia. En esta posición, y una vez vayan enfilando hacia la isla de La Palma, se comienza a navegar con vientos largos que durarán casi todo el trayecto. Es el momento de izar el “spinnaker” o “balón”, cuyo mejor aprovechamiento será fundamental en la victoria final.

Hasta la edición de 1975 la clasificación era en tiempo real, o lo que es lo mismo, se establecía en función del orden de llegada sin importar las diferencias entre las esloras de las embarcaciones. Es a partir de ese año cuando comienza a establecerse el sistema de tiempo compensado que, mediante una serie de parámetros, intenta equilibrar la competición, salvando estas diferencias.

La vida a bordo

En las primeras ediciones las condiciones en las que se competía eran bastante incomodas dado que los barcos hacían agua por todas partes. De hecho, en cada uno de ellos había un “hombre bomba” que, por turnos, se dedicaba a la dura tarea de achicar el agua que entraba. Cuando fallaba la bomba de achique se recurría al sistema de baldes, llegando la tripulación del `Tirma´ a tener que achicar 50 en dos horas en la edición de 1965.

El agua que se filtraba además inutilizaba la ropa de abrigo que se llevara a bordo haciendo inútil cualquier cambio de ropa y convirtiendo la travesía en una dura prueba de resistencia al frío. Normalmente los buques de la Armada Española que desde el comienzo de la regata realizaban labores de escolta, actuaban como “ropero” ya que muchos regatistas optaban por enviar en ellos la ropa de paseo y así evitar que se les mojase.

En estas primeras embarcaciones no existían lugares donde almacenar la comida por lo que esta se metía en cajas y latas que se colocaban en cualquier parte que inspirara confianza en cuanto a su sequedad. Las provisiones consistían en bizcocho, tortilla de papas, algún filete, latas de conserva… Aunque lo más recurrido era la fruta y los huevos duros pues eran fácilmente localizables flotando en el agua que generalmente había en el interior de los barcos.

No obstante, en algunas embarcaciones se ofrecía, siempre que la mar y el viento lo permitieran, alguna exquisitez culinaria, como ocurrió en el `Aldabe´ cuyos tripulantes almorzaron en la edición de 1965 una apetitosa fabada preparada por el patrón.

Los veleros de la época contaban con escasos elementos de seguridad, careciendo de las líneas de vida y arneses con los que cuentan los barcos modernos. Los regatistas realizaban las maniobras sujetándose a los “obenques” y “estays”, jugándose, en muchos casos, la vida, ya que una caída al agua en medio de la noche traería trágicas consecuencias por la complejidad del rescate. Pese a ello, no existe constancia de ningún accidente de este tipo ocurrido en esta o en alguna de las regatas de altura que se han celebrado en Canarias.

A partir de la tercera edición (1970), con la llegada de las embarcaciones de “plástico”, de mayor impermeabilidad y con habitáculos más cómodos y mejor preparados, las condiciones mejoraron. No obstante, el esfuerzo que supone el enfrentamiento a la mar y el viento sobre todo en horas nocturnas ha perdurado hasta nuestros días, convirtiendo a esta Regata en una dura competición.

Las primeras ediciones: una aventura.

El 15 de junio de 1960, a las 13.00 horas, parten del puerto de Santa Cruz de Tenerife los 4 balandros participantes en la primera edición de la Regata Lustral, en ese entonces denominada simplemente regata Tenerife-La Palma, como parte de la Regata de San Ginés. El Real Club Náutico de Tenerife organizó la salida de la prueba.

Entre los recuerdos agradables de aquella regata destacaba Bernardino Navarro, “además de haberla ganado”, un encuentro con un petrolero sueco: “Tras la salida navegábamos en demanda de la Punta de Anaga con las velas rizadas al haber bastante viento. A la altura del Peñón de Antequera vemos como un petrolero sueco, que iría a descargar en Santa Cruz, viene en rumbo opuesto contra nosotros. Lo primero que pensamos es que nos iba a fastidiar obligándonos a virar, pero, sin embargo, para gran sorpresa nuestra nos cedió el paso variando el rumbo. Al pasar junto al enorme buque el oficial al mando nos saludó efusivamente a lo cual correspondimos agradecidos”.

La incertidumbre de acertar con el rumbo y no pasarse de la isla de destino se hace patente entre los regatistas a medida que cae la noche. Las embarcaciones no llevan a bordo más que el “compás” como único instrumento de navegación, no disponiendo siquiera de radios, hasta el punto de que las comunicaciones con el aljibe `A-2´, buque escolta de la Armada, se hacían a viva voz acercándose a pocos metros (los regatistas de la época comentaban que se trataba del barco más frío de la Armada, refiriéndose a la expresión fonética de su nombre, `el-a-dos´).

Bernardino Navarro recordaba la travesía: “Al rebasar los roques de Anaga, ya por la tarde, me fui a descansar, despertando a medianoche. Al salir a cubierta vi alarmado que nos encontrábamos pegados al Puerto de La Cruz; la explicación que me dieron mis compañeros Tony Arias y Ventura Quevedo era que se dio bien el viento para echar el balón y así lo hicieron, cayendo sobre el rumbo establecido. Tuve que rectificar el rumbo para remontar hacia La Palma. A la altura de la Punta de Teno divisamos la Gomera por lo que tras realizar unas marcaciones variamos nuevamente el rumbo hacia el norte. A partir de aquí la incertidumbre sobre lo acertado del rumbo trazado fue tal que Germán, uno de los marineros del club que nos acompañaba, me decía: “Don Nino estamos descompasados”.  Yo intenté conservar la calma haciendo de tripas corazón hasta que por fin vimos la silueta de La Palma hacia donde arrumbamos. Disimulando el alivio de tener claro el rumbo y aguantando la sonrisa no pude reprimir exclamar ante la tripulación ¡ven como hay que tener fe en el patrón!

Al llegar al puerto nuestra sorpresa fue mayúscula pues, pensando en llegar los últimos por las continuas correcciones de rumbo que hicimos, resulta que éramos los primeros en llegar, una hora después entró el `Aldabe´.

La clasificación fue la siguiente:

1º `Tirma´    Bernardino Navarro – RCN Gran Canaria.
2º `Aldabe´    Juan Blanc – RCN Gran Canaria.
3º `Halcón´´    José Miguel Mandillo – RCN Tenerife.
4º `Balandra A-2´   Darío del Valle – Ejército del Aire.

La entrega de trofeos tuvo lugar el viernes 17 de junio. El entonces alcalde de Santa Cruz de La Palma, Miguel Sosa Pérez, entregó un trofeo donado por el ayuntamiento al Real Club Náutico de Gran Canaria ya que el `Tirma´ es propiedad de esa entidad, y una réplica para el patrón, cuya placa, con las prisas, olvidaron grabar, comentaba entre risas, Bernardino Navarro. Ese primer trofeo fue localizado, gracias a nuestra labor de investigación, y regresó a La Palma 55 años después para presidir la XII Regata Lustral en el año 2015.

Los “balandristas” se hospedaron en el hotel Florida, donde disfrutaron de la hospitalidad palmera. Según Manuel Domínguez García, el tripulante más joven del `Halcón´, “se trataba de un hotel precioso que estaba pasando el túnel a la derecha al lado de un campo de fútbol. Por cierto, allí habían puesto un barco de vela que requisaron con emigrantes y alguien nos dijo que si podíamos aprovechar algo para el `Halcón´ lo cogiéramos, y lo desvalijamos”. Otro detalle que recuerda especialmente Manuel Domínguez es que en esos días de estancia en la isla tuvo lugar la “presentación en sociedad de las niñas de La Palma”.

Pese a la insistencia de autoridades y de los nuevos amigos que cosecharon en la isla para que permanecieran en ella por más tiempo, los regatistas regresaron a sus puertos tras una breve estancia. Debemos tener en cuenta que llevaban a sus espaldas una semana de mar y viento recorriendo cerca de 400 millas náuticas desde que salieran a las dos de la tarde del viernes anterior de Las Palmas rumbo a Arrecife.

El regreso fue en medio de unas duras condiciones meteorológicas. Quico Sansón, capitán náutico del Real Club Náutico de Tenerife, en una carta dirigida al presidente del Nuevo Club de La Palma pide disculpas en nombre de la tripulación del `Halcón´ ya que no telegrafiaron a la entidad palmera para dar cuenta de su llegada a Santa Cruz de Tenerife sin novedad, pese al mal tiempo.

La participación aumentó en la II edición (1965), con cuatro barcos del Real Club Náutico de Gran Canaria: `Tirma´, `Balandra A-2´, `Alondra´ y `Aldabe´, dos del Real Club Náutico de Tenerife, `Salt Peter´ y `Siemma´, y uno del Casino Club Náutico de Arrecife, `Rubicón´. El barco tinerfeño `Halcón´ no pudo participar por haber roto el palo en la Regata de San Ginés que se celebró días antes.

El fuerte viento marcó la celebración de esta edición. El `Siemma´ no llegó a tomar la salida y nada más producirse la misma, entre Santa Cruz de Tenerife y la playa de Antequera, dos embarcaciones tuvieron que ser ayudadas por el remolcador de altura `Ra-2´ de la Armada Española, al mando del comandante Manuel González Quevedo, que actuaba de escolta. Entre los balandros afectados por problemas se encontraba el `Rubicón´, barco lanzaroteño que se estrenaba en esta regata con mala fortuna debido a que rompió el único foque con el que contaba al poco de la salida. El “Tirma” ganó nuevamente la regata seguido por el `Salt Peter´, y `Alondra´. Sin embargo, días después de celebrarse la regata, la ausencia de viento fue tal, que el buque de la Armada tuvo que remolcar a los participantes de regreso a Tenerife y Las Palmas.

Cinco embarcaciones, todas ellas llegadas desde Gran Canaria, se inscriben en la III edición (1970), la primera con presencia internacional: el barco danés `Dalia´, que se encontraba navegando por las islas, el `Gaviota II´, embarcación de un súbdito inglés residente en Las Palmas, el `Tirma´, la balandra `Gran Canaria´ (anteriormente llamada `A-2´) y el trimarán `Atlantis´, estos tres del Real Club Náutico de Gran Canaria,

Se da la circunstancia de que el `Atlantis´ era uno de los tres barcos gemelos construidos en 1964 en Las Palmas.  Otro fue el `Vendaval´, barco que, al mando de Dimas Valdivieso, ganó varias regatas de San Ginés. Y, por último, el `Saeta II´, un viejo conocido del puerto palmero, ya que fue traído a la isla por Peter Dudley Green, coronel de la Armada Americana, que llegó en 1964 como jefe de una estación hidrofónica que la Universidad de Columbia instaló en Puerto Naos. Mr. Green se hizo muy popular en la isla, donde era frecuente que participara en competiciones de rally con un llamativo Mini Cooper de color rojo. Aunque el `Saeta II´ no participó en la Regata Lustral, era frecuente verlo navegar por la costa palmera, llegando a participar en la Regata de San Ginés de 1967. Años despues, y pese a que el barco estaba fondeado dentro del puerto con tres “muertos” de proa y dos de popa, un “calderetero” acabaría por volcarlo dejándolo inservible para la navegación, por lo que se procedió a “abarloarlo” junto al buque `Volcán de Yaiza´, al mando del palmero Gregorio Bienes Díaz, con cuya grúa se “adrizó”. Poco tiempo después el barco sería hundido en alta mar.

A las diez de la mañana del día 18 de junio se daba la señal de salida que estaba fijada frente a las instalaciones del Real Club Náutico de Tenerife. El `Gaviota  II´ finalmente decide no tomar la salida. Poco después se fue perfilando ya la posición que a lo largo de la travesía habían de ocupar las distintas embarcaciones. El `Tirma´ poco a poco se perdía en el horizonte; el `Dalia´ seguía más o menos el mismo rumbo que el buque insignia del Real Club Náutico de Gran Canaria; la `Balandra´ se desvió hacia la costa para pasar entre los Roques de Anaga; el trimarán `Atlantis´ hizo lo mismo, aunque encontró una zona de calma. Al poco tiempo los balandros se separaron y sólo se adivinaban entre sí los altos palos de las velas; y la silueta del remolcador de la Armada `RA-5´ que durante toda la travesía efectuó la escolta de las embarcaciones. El `Tirma´, patroneado por Federico Valido, llegó en primer lugar a la línea de meta; el `Atlantis´, de Alberto Cabré, aunque patroneada por Bernardino Navarro, llegó en segundo lugar,  seguido del `Dalia´, haciéndolo finalmente la balandra `Gran Canaria´ a las ocho de la mañana.

La travesía no tuvo grandes dificultades; la mar estaba tranquila y el punto más temido, los Roques de Anaga, no brindaron, en esta ocasión, las desesperantes calmas. Sin embargo, la balandra `Gran Canaria´, patroneada por Rafael del Castillo, encontró frente a Santa Cruz de La Palma una zona de encalmada que retrasó su llegada a la meta en dos horas, debiendo efectuar un par de “repiquetes” para poder entrar en el puerto palmero.

Aproximadamente a las nueve de la mañana comenzaron a desembarcar las tripulaciones dirigiéndose la mayoría al Parador Nacional en donde se hospedarían durante su estancia en la isla. Tras la ducha de rigor y el breve sueño reparador de las incomodidades de la travesía, por la noche tuvo lugar la entrega de trofeos. En el transcurso del acto pronunció unas breves palabras el vicepresidente del Real Club Náutico de Gran Canaria, Ignacio Pérez-Galdós quien, como jurado de regata, había seguido la misma a bordo del remolcador de altura `RA-5´ de la Armada Española.

La estancia de los regatistas en La Palma estuvo caracterizada por la amabilidad y las atenciones de todo tipo dispensadas por las autoridades y directivos del náutico palmero. Entre fiesta y fiesta, los balandristas pasaron tres inolvidables días en la isla después de los cuales regresaron a Gran Canaria, no sin antes publicar en Diario de Avisos lo siguiente:

“Adiós a La Palma

Adiós a La Palma, adiós a la cortesía, a la bondad, al amor, a la amabilidad, a la atención, a la caballerosidad; adiós queridos amigos palmeros. Queremos expresar en este adiós fraterno todo lo que nos habéis brindado. Nos vamos con la tristeza y la pena de no poder prolongar nuestra estancia y disfrutar con ustedes esta gran semana de las Fiestas Lustrales. Aquí quedan nuestros recuerdos, nuestras alegrías y alegres noches, la imagen bella y esbelta de la mujer palmera, que tan agradables horas de camaradería y diversión nos ha brindado. Quisiéramos en nuestro abrazo, atraeros, teneros cerca, remolcar esta nave de la isla palmera a la vera de nuestras playas, para contemplar su agreste belleza, admirar su geografía y gozar del trato afable y cordial, aumentado por el cadencioso hablar de nuestros queridos palmeros. Adiós a todos, jóvenes y mayores, autoridades y entidades; adiós señor alcalde, señor presidente del cabildo, adiós compañeros del Club Náutico. Adiós con todo cariño, ustedes saben que nosotros les queremos y nos entendemos bien.

Balandristas del Real Club Náutico de Gran Canaria.”