La Laguna merece estabilidad
Mientras PSOE y Sumar trabajan en una difícil negociación para alcanzar un nuevo gobierno de coalición, La Laguna, casi con los mismos ingredientes de base, sigue esperando por un gobierno que aporte estabilidad, que no se quiso o no se pudo lograr antes del 23J. A pesar de lo que algunos dicen, la realidad es que no hubo impedimento para lograr una mayoría estable de progreso.
En mayo el voto de la ciudadanía lagunera repitió el escenario que desde 2015 se ha convertido en el paisaje electoral recurrente de nuestro municipio, tras 26 años de hegemonía de Coalición Canaria. Una mayoría de izquierdas con sensibilidades distintas, pero donde siempre ha existido un mínimo de catorce concejales y concejalas que podían sumar sus fuerzas para ofrecer un pacto y un programa coherente, sustentado en un acuerdo basado en proyectos e ideas.
Desde el pasado 17 de junio La Laguna mantiene un gobierno con diez votos y una oposición de diecisiete. Son unos números incluso más precarios que los del mandato 2015-2019, una situación difícil de sostener y que, como vimos, tiene consecuencias en la gestión. No hay muchos ejemplos similares en el Estado o en Canarias de este tipo de equilibrios tan precarios.
Tal vez con otros ingredientes en la oposición ya se habrían articulado otras mayorías. Las elecciones se sustentan en la voluntad de que un programa sea determinante en la realización de políticas, o deberían. En este momento hay una diferencia con 2019. El PSOE no requiere de los votos de otros para que evitar que gobierne la lista más votada, su calma también viene del convencimiento de que no hemos atendido a ningún canto de sirena para articular otras mayorías, a pesar del coste político que tiene no hacerlo.
En Unidas se puede sabemos lo que representa gobernar un Ayuntamiento con insuficiencia de personal técnico y con trabas burocráticas importantes. Lo difícil que es que cada asunto se trate y llegue a buen puerto, la energía que hay que destinar al seguimiento constante de los equipos políticos a cada punto que se quiere lograr y a la colaboración clave del personal técnico que lo hace posible, muchas veces más allá de su deber. Por eso nadie quiere un gobierno en minoría. El esfuerzo de negociar y pactar cada punto y propuesta que se lleva a las sesiones plenarias llega a ser extenuante y la eficacia en la gestión se reduce de forma dramática, como hemos visto en algunos momentos de mandatos pasados de Aguere. La sobrecarga de asuntos llega a convertir a los concejales en rehenes de su agenda y a los vecinos y vecinas en víctimas de su dificultad para atenderles. Criticamos esa situación desde la oposición, en el mandato 2015-2019, y ahora vemos el mismo riesgo.
El pasado 23 de julio la mayoría de progreso volvió a resonar en nuestro municipio. Hubo 40.941 votos para PSOE y Sumar y 38.206 de votantes de PP-CC, donde seguramente también estaba parte del electorado de Vox, que no contaba con candidatura. La Laguna progresista volvió a ser mayoritaria y la ilusión en la calle de que ese acuerdo se reedite está presente.
No hay día que algún vecino, técnico o representante de alguna entidad ciudadana no nos pregunte por la situación política municipal. Poca gente entendería acuerdos de otro tipo, recuperando pactos del pasado o acuerdos bajo mesa. Temo que ese camino sería una siembra de un nuevo tiempo que solo podría salvarse con mayorías muy distintas en 2027, pan para hoy y hambre para mañana. Aunque está de moda decir que todas las políticas son iguales, no, no es lo mismo gobernar de la mano de unos que de otros, al menos si hablamos de programa e ideas de municipio.
Durante cuatro años demostramos que un pacto de izquierdas, que algunos decían que duraría pocos meses, podía ser viable y estable. Actuamos con lealtad, pero sin perder la coherencia y autonomía de nuestros posicionamientos políticos, resolviendo a la interna las diferencias que se podían dar. Logramos un gobierno coral donde sabíamos que podríamos sacrificar presencia e incluso resultados, mostrando una unidad de acción que ha sido valorada dentro y fuera del Consistorio.
Esa suma de fuerzas puso a La Laguna como un municipio referente en políticas de bienestar, de inclusión, de discapacidad, de igualdad, comercio, ambientales, de bienestar animal, de educación…y en otros muchos ámbitos. Consideramos que es una responsabilidad colectiva mantener esa labor y ahora tenemos un momento clave para ello, el presupuesto de 2024. Un documento urgente, que debe construirse ahora sobre un entendimiento que debe ser estable y coherente, sobre proyecto y programa, dedicando tiempo a esa negociación. Un gobierno sin esa base no sería un gobierno que busque lograr un municipio mejor.
Los retos del mandato son enormes. El Plan General, el desarrollo del nuevo Plan de Movilidad, la implantación de los carriles bici diseñados, la actualización del Plan Especial del Casco, la mejora de servicios públicos, la obra del Mercado, Las Chumberas, las políticas de vivienda, el nuevo reglamento de participación, los presupuestos participativos o el nuevo contrato de Titsa… ejemplos de asuntos de calado que deberían contar con la dirección que hace posible una mayoría progresista.
La mano de Unidas se puede sigue tendida, aunque el tiempo corra a la contra y al borde de los cien primeros días de gobierno sigamos haciendo la labor de oposición que en este momento toca. Debo reconocer para finalizar que en mayo hablé de la aldea gala lagunera, como uno de los pocos espacios progresistas sobrevivientes a las urnas en Canarias. Quizás fui excesivamente optimista, no sé si los “romanos” ya se nos colaron. Sin duda, tendremos tiempo para verlo, aunque, como diría Pedro García Cabrera, la esperanza nos mantiene.
Rubens Ascanio Gómez
Concejal y coportavoz de Unidas se puede en el Ayuntamiento de La Laguna