Monteys en Tenerife, contrapunto irónico al desfile militar y a la visita de los reyes

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09 de junio 2025

 

El exdirector de ‘El Jueves’ mantuvo dos guerras con la Corona y fue responsable de ‘Puta Mili’, sección en la que se burlaban del ejército 

 

Noé Ramón 

 

Por ironías del destino, el historietista catalán Albert Monteys responsable de Puta Mili, una burla sin tregua al ejército y quien como director de El Jueves mantuvo dos encontronazos con la Casa Real, coincide en Tenerife con el desfile militar del día de las fuerzas armadas y la visita de los reyes. El primer conflicto con la Corona lo heredó nada más asumir la dirección de la revista en 2006 y acabó en condena por dibujar a los entonces príncipes intentando acogerse a las ayudas a la natalidad. El segundo surgió por la autocensura a la imagen del traspaso de Juan Carlos a su hijo de una corona en estado de putrefacción. En este caso se produjo un cisma en la plantilla y el consiguiente abandono de Monteys y una treintena de dibujantes de la publicación. 

 

El autor ha estado estos días en Tenerife invitado por Entre Viñas y Viñetas, oportunidad única para repasar lo ocurrido aquellos años y más aún cuando se ha dado la casi improbable coincidencia de estar en el mismo lugar y fechas que algunos de los personajes que más han marcado su carrera.

 

     En el caso de los entonces príncipes haciendo lo posible para acogerse a la ayuda de 3.000 euros que daba el Estado por hijo, -de hecho el dibujante tuvo gemelos y la recibió por partida doble-, recuerda que la Fiscalía los denunció por injurias a la Corona. 

 

El contencioso se había iniciado antes de ser nombrado director pero llevaba tiempo en la redacción de El Jueves y por eso pensó que “esas cosas ya no pasaban y la verdad es que al principio hasta nos costó procesarlo”. 

 

Al final hubo un juicio en la Audiencia Nacional, donde se juzga a los terroristas dado que el rey es considerado una institución del Estado, que concluyó en una multa casi de 6.000 euros. “Siempre pensamos que hacer portadas sobre la Casa Real o de los Príncipes de Asturias entraba dentro de la libertad de expresión”, aunque todo se quedó en tener que pagar una sanción casi simbólica. 

 

Monteys cree que estas situaciones están ahora “incluso peor, se han visto multas mucho más grandes, ingresos en la cárcel o tener que salir del país como le pasó a un rapero”. Al recordar aquellos tiempos admite que “actuamos un poco desde una cierta inconsciencia y además hasta entonces no había precedentes, lo más parecido era lo ocurrido alguna vez durante el franquismo, pero ya hacía tiempo que no pasaban cosas así, con lo cual más que asustados estábamos extrañados”. 

 

Sospecha que si todo aquello ocurriera ahora, “sí estaría más preocupado porque esa manera de reaccionar se está usando de forma demasiado habitual por parte del Estado y de la Monarquía cuando se sienten atacados. Se suponía que con la libertad de expresión el sistema estaba recalibrándose para abrir una nueva etapa”, indica. 

 

En la segunda ocasión en 2011, los problemas surgieron desde dentro de la revista cuando eligieron una portada coincidiendo con la abdicación de Juan Carlos en la que le entregaba a su hijo con la nariz tapada una Corona en plena descomposición por los casos de corrupción surgidos en aquellas fechas.

 

Entonces el editor decidió que “por unas razones que él sabrá”, no se debía atacar a la monarquía.  A continuación alrededor de treinta dibujantes incluido él mismo como director, “nos rebelamos, nos fuimos y la verdad que fue un momento muy duro porque había gente que decidió quedarse, cada cual tenía sus propios argumentos para actuar de una manera u otra. A nivel emocional fueron unos días muy, muy intensos”.

 

El consejillo de El Jueves está formado por unas cinco o seis personas que van rotando y que son los que deciden los contenidos que entonces eran semanales y ahora mensuales. “Ahí fue cuando se nos anunció el cambio de la portada y entonces yo me fui y otros decidieron quedarse. Hicimos un esfuerzo para no juzgar a nadie, que me parece lo adecuado. Dejar que cada uno actúe según su conciencia”.

 

Sobre si con la perspectiva que da el tiempo cree que la medida fue desproporcionada responde: “Al menos los humoristas de El Jueves, no estábamos acostumbrados a eso porque los dueños de la revista eran dibujantes y partíamos de la base de que todos los chistes eran válidos y que incluso era mejor pasarse de osado que de pacato”. Todo cambió cuando entró en el accionariado un potente grupo editorial “y ahí empezaron los problemas, porque de pronto aparece gente que tiene ciertos compromisos con las instituciones o problemas con Hacienda o no sé qué…” 

 

Asegura que se siente “muy orgulloso de haber abandonado la revista. Es cierto que entonces nos llamaron muchos periodistas para entrevistarnos y me sorprendió la cantidad de ellos que nos decían: “A mí eso me lo hacen cada semana”. Pero yo tenía claro que a mí no, que mi valor es contar lo que opino de verdad, no aceptar de pronto que las cartas están marcadas, que yo entiendo que lo están”. Acto seguido añade que “el único recurso que tenemos los dibujantes no es el dinero, ni los ahorros sino ser creíbles y eso tenemos que defenderlo”.

 

El dibujante desconocía la querella que el rey emérito le ha presentado al expresidente de Cantabria Miguel Ángel Revilla, “pero en cualquier episodio legal que incluya al rey siempre estoy al lado del otro, básicamente”. 

 

Como conclusión ha comprobado en primera línea que la monarquía es una institución “totalmente anacrónica. Es algo loquísimo que exista un cargo público que es hereditario”, dice.

 

Previamente estuvo como director de la sección Puta Mili, durante cuatro años, en los que se encargaron de ridiculizar sin piedad todo lo que tuviera que ver con el ejército. Pero cuando terminó el servicio militar obligatorio pensaron que ya no era necesario ni tenía sentido continuar y echaron el candado.

 

En su   caso particular fue objetor de conciencia, hizo el servicio social sustitutorio pero lo abandonó cuando faltaban tres meses. “Me dijeron que me iban a denunciar por prófugo y les contesté que lo hicieran y que ya lo resolveríamos como fuera. Pero al final hubo una especie de amnistía y no pasó nada”.

 

Sobre la evolución posterior de El Jueves, dice que tras abandonarlo “dejé completamente de leerlo. Primero porque me causaba un cierto dolor, había una parte emocional ahí y luego por no darle dinero a los que nos censuraron”. Lo que no quita que alguna vez cuando encuentra algún ejemplar lo vea “con cierto gusto» además de seguir manteniendo contacto con los dibujantes. “Todavía leo cosas sueltas”, acaba por admitir.