Pedro 25

Nos quieren vender que pertenecemos a una sociedad en la vanguardia de la civilización, donde prima la seguridad del ciudadano, hasta el punto de controlar los tratamientos en la agricultura para anteponer la salud del consumidor.

Pero la realidad es bien distinta, como saben los campesinos de la Unión Europea y los propios de Canarias. No es que abogue por ellos por salvarlos de la competencia con los productos importados, que como canario lo hago, es que además me parece inadmisible no exigir la garantía de no aplicar toxinas sobre los alimentos de fuera que entran en nuestras cestas de la compra. Ese es el caso de la papa que está a la venta en Canarias con etiqueta de origen de Israel, de la que, en el mes de junio de este año, el consejero de Agricultura, Ganadería y Pesca del Gobierno de Canarias, dijo que «Tiene fitosanitarios prohibidos que van contra la salud».

Por otro lado, está el hecho de que el producto en sí procede de un país que no esconde haber ocupado (robado) tierras de otro, como es el caso de Israel a Palestina. Comprar papa israelí, o cualquier otra cosa de ese país, es pagar directamente los asesinatos de personas inocentes de todas las edades que ejecuta diariamente el ejército sionista y los extranjeros que nacionaliza continuamente con el tratamiento de «colono».

Sí, no lo dude, la realidad es tal y como la lee. Nos están vendiendo, muy baratita seguramente, papa envenenada cuyo pago está destinado a subvencionar el genocidio más cruel de la historia del siglo XXI.

Solo una cosa le pido: antes de comprar, cerciórese del origen de la papa. Y, según la decisión que tome, no se queje después de la salud por consumir tóxicos voluntariamente o cuando vea la cantidad de infanticidios que los soldados israelitas cometen cada día.

Al final, la verdad es que la política rige nuestras vidas y decide el futuro común. Así que no se puede ignorar que el consumo responsable es la forma de aportar de la ciudadanía y que, en realidad, la imparcialidad no existe.