RECURSOS ALTERNATIVOS PARA EL ALUMNADO EXPULSADO DE LOS CENTROS ESCOLARES.

Por Miguel Ángel Hernández Concepción
Profesor Bachillerato, Acceso a la Universidad Personas Adultas, Especialista e Investigador. Acreditado para la evaluación y dirección de Centros.

La reiteración de expulsiones por parte de alumnos(as) menores se puede llegar a cronificar cuando ellos y ellas descubren en la expulsión el camino para conseguir beneficios personales mucho más satisfactorios que los de acudir diariamente a clase. Una situación que se ve favorecida por la falta de una intervención específica, por parte del sistema educativo en la mayoría de las comunidades autónomas, sobre las circunstancias que se encuentran en el origen de su comportamiento, más allá de la expulsión. Ante esta inexistencia de recursos específicos que realicen una labor de intervención bien directa o indirecta sobre las circunstancias tanto personales como familiares y grupales, que originan los comportamientos que finalizan en una expulsión, con todo lo que ella rodea y las consecuencias que se generan, es necesario la puesta en marcha, con carácter urgente, de Proyectos de Atención a Menores Expulsados(as).

El hecho es que las relaciones de convivencia entre el alumnado y los centros educativos, sobre todo en la enseñanza secundaria, es un aspecto que los últimos años se ha convertido en un tema de preocupación creciente en nuestra sociedad. Los comportamientos conflictivos por parte de los (las) escolares están mermando la calidad de la enseñanza y la capacidad educativa del profesorado que padece, en muchos casos, enfermedades de origen profesional causadas por sus vivencias en el aula o fuera de ella. De sobra es conocido que los centros escolares han de disponer de un plan de convivencia, pero cuando se han agotado las alternativas y un (una) menor es responsable de un comportamiento grave o muy grave, una de las últimas medidas disciplinarias llevadas a cabo, es la expulsión temporal del centro, a veces la inhabilitación para seguir estudiando en él lo que aumenta el riesgo de abandono escolar prematuro que, a su vez, favorece situaciones de desigualdad social, desempleo, delincuencia, adicciones, etc. Dicho de otro modo, el problema educativo termina convirtiéndose en un problema social porque supone una limitación en las posibilidades de desarrollo intelectual, social y ético del (de la) menor tal y como reflejan muchas sentencias en los Juzgados de Menores.

Pues bien, desde la Unión Europea se considera la educación como un motor de crecimiento, factor de competitividad y fuente de bienestar y progreso para el (la) ciudadano (a) según se destaca en sus objetivos, estrategias y planes. Aunque se hace necesario superar el concepto de educación centrado en intereses económicos y pasar a un concepto donde la educación se considere el motor de desarrollo humano capaz de favorecer el progreso, la igualdad y la justicia social. Con los datos de abandono escolar en la mano, es lógico inferir que los (las) menores expulsados (as) de los centros escolares son la muestra de una población que puede encontrarse con mayores índices de vulnerabilidad y, por consiguiente, cobran si cabe mayor importancia en una sociedad democrática que protege a los niños y jóvenes de todo tipo de violencia, incluida la de la exclusión social, la pobreza y la delincuencia.

A todo esto, los (las) menores expulsados (as) presentan una radiografía que no es estática como se ha podido demostrar en el transcurso de diferentes cursos académicos, sino que debiera de situar algunas alarmas y/o interrogantes como: ¿por qué la tendencia al incremento del género femenino?, ¿ser repetidor (a) favorece la expulsión?, en la reiteración de faltas de convivencia es donde se producen más expulsiones ¿se revisan estas?, ¿qué está ocurriendo para que la edad media de expulsados (as) esté bajando?, ¿existe algún tipo de relación entre la música más escuchada, tecnología empleada y el comportamiento de los (las) menores?, todo un conjunto de cuestiones y otras más que se podrían plantear en los planes de formación de los centros educativos.

Con todo esto las propuestas de intervención habrían de plantearse e instaurarse en todos los niveles de prevención: universal, selectiva e indicada, para de este modo evitar problemas asociados a las expulsiones como son el abandono escolar prematuro, el absentismo, problemas conductuales del alumnado en las familias y barrios, el fracaso escolar, cuando, en realidad, debieran ir enfocadas hacia intervenciones sistémicas en las que se implique al conjunto de los agentes activos en los que se desarrollan los (las) menores, desde las instituciones políticas, sociales, escolares, familiares, deportivas, y todo ello desde una perspectiva interactiva, ecológica y comunitaria. En síntesis, cuando adviertas que para producir necesitas obtener autorización de quienes no producen nada; cuando compruebes que el dinero fluye hacia quienes no trafican con bienes sino con favores; cuando percibas que muchos se hacen ricos por el soborno y por influencias más que por su trabajo y que las leyes no le protegen contra ellos, sino por el contrario, son ellos los que están protegidos contra ti; cuando descubras que la corrupción es compensada y la honradez se convierte en un auto-sacrificio, entonces podrás afirmar, sin temor a equivocarte, que tu sociedad está condenada y el alumnado seguirá siendo expulsado de los centros educativos sin recursos alternativos (cita adaptada de Alissa Zinovievna).

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