El despertar: (Capítulo X). Los precios, el paro y el consumo.

 Juan Pedro Calvo para El Diario de Canarias del libro El Despertar

Hoy es un día agobiante, ha subido excesivamente la temperatura y la sensación de ahogo va «in crescendo». Si a ello unimos la calima habitual de nuestra tierra canaria, hoy va a ser  un día insoportable.  Son apenas las siete de la mañana  del mes de agosto y el calorcillo bochornoso  ya se deja notar.

Ha sido elegido nuevo Presidente del Parlamento el nacionalista Antonio Castro. Curiosamente y en un momento de alta tensión partidaria protagonizado por las tres fuerzas políticas mayoritarias  en Canarias, PP, PSOE y CC, la Cámara compuesta por 60 diputados lo  ha elegido casi por unanimidad, con la excepción de dos votos en blanco, uno de ellos el del propio Antonio Castro, el otro correspondió a sus amigos de El Hierro.

Este hecho es significativo y vienen a demostrar que por encima  de los devaneos políticos, a veces, están también las personas, no importando el partido al que pertenezcan. Es la primera vez en la historia del Parlamento canario que un  Presidente es aceptado por todas las fuerzas políticas.

 

Antonio Castro nació en Los Llanos de Aridane en 1946, está casado y tiene dos hijas. Es Ingeniero Técnico Agrícola, Administrador de Fincas y sociología. Fue profesor de la Escuela Universitaria de Ingeniería Agrícola de La Laguna con numerosos reconocimientos, entre ellos, la Orden al Mérito Agrícola, año 1977, la  Encomienda de Número al Mérito Agrícola en el  año 1981 y la  Gran Cruz al Mérito Agrario, Pesquero y Alimentario el  año 1995.

Su actividad política ha sido prolífica, llegando a Presidir el Parlamento Canario, pasando por ser Consejero en diferentes áreas de la administración canaria, Senador, Diputado, Presidente del Cabildo de su isla La Palma y numerosos cargos de responsabilidad, donde el bueno de Antonio siempre ha cumplido política y profesionalmente.

Antonio Castro fundó la Agrupación Palmera de Independientes para más tarde  junto a sus compañeros de otras islas y en unión al Centro Democrático Nacionalista de Lorenzo Olarte, y a ICAN de José Carlos Mauricio fundar la Federación de Coalición Canaria, donde fue Vicepresidente.

Antonio Castro Cordobez participó en la aprobación de La Constitución en 1978, del Estatuto de Autonomía en 1982, de la OCM del Plátano en 1993, así como, la consecución de convenios y acuerdos con el Estado en situación muy favorable para las Islas en materia de Carreteras, Aguas, Costas y Vivienda.

Pero por encima de sus logros políticos y profesionales está la persona. Antonio es un buen hombre, inteligente donde los haya. amigos de sus amigos, conciliador, centrista, moderador y sobre todo nacionalista convencido. Su prudencia, su talante democrático, su forma de hacer las cosas sin dañar a nadie, su excesiva consideración hacia las personas y las ideas le llevan a ser un hombre confiable.

Antonio volverá a ser un buen Presidente del Parlamento Canario. Todos le quieren, por algo será.

Pero D.  Antonio no puede evitar que Canarias viva una situación caótica y preocupante, el paro alcanza cifras inimaginables, casi el 30% de la población activa y la dependencia con Madrid es cada vez mayor. Los partidos estatales con representación en nuestras islas, sumisos a la voluntad de Madrid, nos arrastran hacia una, cada vez mayor, dependencia  estatal , alejándonos cada vez más de los verdaderos intereses de nuestra tierra. La explotación interesada del  gobierno estatal, está frontalmente en contra de los intereses canarios.

El paro

La comunidad canaria contempla un paro tan brutal, que la sitúa a la cola del   Estado Español y del resto de Europa, y aún así desde la península  nos siguen largando trabajadores temporales, a bajo costo, que ocupan los puestos  de los canarios, llevándose el dinero ahorrado a sus lugares de origen y empobreciendo cada vez más a nuestro pueblo. Y menos mal que todavía existe la economía sumergida, porque sino estaríamos a machetazos por las calles de las ciudades y pueblos canarios.

La crisis económica mundial, el desorden empresarial, las inversiones desproporcionadas en empresas fluctuantes y el engorde del gasto público, unido a la especulación bancaria, han traído como consecuencia para los canarios un paro exagerado y cruel. Muchas de nuestras familias están en situaciones críticas y de desamparo. No hubo en su momento una buena planificación laboral que respondiera a nuestros intereses y problemas.

Lo cierto es que existe una larguísima cola de paro que podría dar la vuelta a la periferia de Santa Cruz o Las Palmas, alcanzando unas cotas nunca imaginadas.

Los poderes públicos y las empresas nunca han protegido al trabajador canario, alegando muchas veces la falta de preparación profesional y técnica, manera recurrente de emplear a enchufados o mano de obra barata. Si no estaban preparados, la obligación de la administración siempre es y debería haber sido, enseñarlos y profesionalizarlos. Aquí nadie es más listo que nadie.

La administración debe de plantearse ocupar todas sus plazas con empleados canarios, dándoles prioridad absolutamente en todo, incluso puntuando su participación por encima de los foráneos. Hay que evitar esos concursos recurrentes de traslados, donde nos cuelan desde otras comunidades miles de empleados públicos.

Por otro lado hay que imponer a las empresas privadas un mínimo en sus plantillas de contrataciones para los canarios, ello debería ir unido, como condición indispensable, a la autorización de su operatividad en nuestras islas

Si hubiésemos seguido un patrón de comportamiento para nuestra gente, donde se hubiesen contemplado estas particularidades tan importantes, hoy el paro no estaría entre la población canaria, y como consecuencia de ello, muchos se hubiesen marchado a sus lugares de origen  aligerando de esta forma la demografía de nuestras islas.

De los 265.000 parados que existen hoy en nuestra islas, aplicando esta máxima, seguramente 40.000 serían canarios y el resto foráneos e inmigrantes. La diferencia y el referente cambiaría sustancialmente con respecto a la realidad.

El turismo ofrece miles de oportunidades para enriquecer nuestra tierra, pero solo se conseguirá si las empresas son canarias, y  todos aquellos negocios y servicios  paralelos  deben estar también en manos de los canarios. Nosotros ponemos el esfuerzo y el trabajo y el dinero se va para otras comunidades y países, esa es la situación actual que hay que revertir.

Una situación así, da libertad a los empresarios a contratar trabajadores foráneos a bajo costo, y con aumentos indiscriminados de la jornada de trabajo, hecho que no aguantaríamos los trabajadores canarios.  Esa es una de las razones del paro tan disparatado que existe en las islas.

Ya no sirven las buenas palabras e intenciones, hay que obligar a las empresas instaladas en Canarias, provengan de donde provengan, a una contratación mínima de canarios de un 80%, que cubra con amplitud las necesidades de las gentes de nuestra tierra. Y desde luego no ofrecer ninguno tipo de ayudas ni exenciones  fiscales a aquellos que no cumplan con este requisito.

Las administraciones públicas en sus ofertas de empleo y oposiciones a plazas  de las instituciones canarias, deberán primar de manera especial a los canarios y residentes permanentes en nuestras islas. Así lo hacen en otras comunidades y nadie se rasga las vestiduras. ¿Por qué por hablar catalán o vasco comienzas una oposición en aquellas comunidades con una puntuación especial  y en ventaja y aquí no?. Si el idioma no va a determinar esa puntuación especial, busquemos el mecanismo para que canarios y residentes consolidados la obtengan simplemente por ser residentes.

Es prioritario aumentar la productividad reduciendo el desempleo. Arbitrar fórmulas consensuadas entre partidos políticos, administración y agentes sociales que posibiliten el pleno empleo, aumentando la inversión en la creación de empresas canarias e incidiendo en las nuevas tecnologías.

La formación de los trabajadores, como elemento básico de futuro aumentará nuestra productividad y competitividad.

Es fundamental la colaboración de empresas, administración y universidad, estableciendo una gran inversión que apoye las tecnologías del conocimiento, dedicando gran parte de sus recursos a la investigación y la innovación, apoyando  y  fomentando  todo tipo de iniciativas encaminadas a aumentar la capacidad y velocidad de la banda ancha y a las grandes posibilidades que ofrece internet  favoreciendo el teletrabajo.

La agricultura canaria  merece una preocupación especial  ya que está atravesando uno de sus peores momentos. La administración debe incentivar y proteger nuestros productos agrícolas con las ayudas necesarias para  reflotar el sector,  protegiendo de  manera especial  a las cooperativas. Es de vital importancia crear nuestras propias empresas envasadoras, con la calidad y garantía suficientes para competir en el mercado exterior. Nuestros productos no pueden salir a bajos costos a otros países para que nos lo devuelvan envasados con incrementos del 300% sobre su valor inicial.

El 90% de las empresas canarias corresponde al pequeño comercio y autónomos, siendo los principales responsables de la creación de empleo en nuestras islas. El cierre de sus establecimientos supone un retroceso, y como consecuencia el paro del  motor económico de nuestras islas. Solo protegiéndolos, incentivándolos y en muchos casos subvencionándolos evitaremos la destrucción del sector y enriqueceremos nuestra maltrecha economía.

La administración debe prever la financiación pública con líneas directas de crédito a emprendedores y futuros empresarios, que sean capaces de cambiar el actual modelo productivo con vistas a la creación de empleo. Esta financiación deberá de ser para aquellas empresas que demuestren su viabilidad, oferta y futuro de gestión.

El empleo llegará con el relanzamiento de los sectores turísticos y la reactivación industrial de las empresas. La construcción como motor importante de la economía atraviesa uno de sus peores momentos. La construcción desmedida ha motivado un exceso de oferta y una reconsideración del sector. No se puede seguir construyendo en Canarias, no hay suelo para ello, el entorno se deteriora y hay que reciclar a este sector, arbitrando fórmulas que les permitan seguir manteniendo su expansión en la rehabilitación  de edificios y obras públicas.

Hay que reducir  las cotizaciones de las empresas a la Seguridad Social, con el compromiso de contrataciones indefinidas de nuevos empleados, siempre que demuestren que no se han producido despidos en los últimos seis meses anteriores. Así mismo,  hay que bajar la presión fiscal estableciendo deducciones en el Impuesto de Sociedades.

Aquellos trabajadores desempleados que cobren el subsidio de desempleo  hay que ofertarlos a las empresas en precario, sin costos adicionales, para que contribuyan durante este periodo a su  expansión, con  el compromiso  de su posterior contratación.

Los trabajadores autónomos que coticen a la Seguridad Social, se les reconocerán sus derechos de antigüedad con vistas a su futura jubilación.

Todo ello se hace necesario y urgente para poder salir de la situación angustiosa y preocupante en la que estamos. Son solo parte de un paquete de medidas que habría que poner en marcha si realmente queremos paliar  y comenzar a ver la luz  de la crisis profunda que nos embarga.

Nos hemos acostumbrado a una sociedad cercana a la del bienestar general,  a la que no sabemos renunciar y ellos provoca situaciones de un gran dramatismo.

Los 70, años de grandes necesidades, pero también de oportunidades los problemas eran muy diferentes y quizás también las aptitudes de la mayoría de los ciudadanos ante el mundo laboral.

Trabajo más precario en los 70, pero trabajo al fin. Pocos eran los que se encerraban en sus casas desilusionados o maltrechos por un futuro incierto.

Todo era diferente ante la imposibilidad de la obtención de títulos universitarios en las facultades elitistas de la áépoca, con costos desmesurados que la familias obreras no podía pagar a sus hijos.

Los chicos con apenas 15 años, algunos incluso más jóvenes, era empleados como mano de obra baratísima en talleres, obras, comercios y servicios como aprendices, (figura laboral ya desparecida), donde por unas pocas pesetas trabajabas como un enano más de ocho horas diarias. Era un comienzo que te permitía a lo largo de unos años aprender un oficio, en el que con apenas dieciocho años, ascendías con todos los honores a una situación económica y laboral más acorde con tus propias exigencias.

Nunca te enriquecías salvo algunos espabilados con mucha suerte que lograban meter la cabeza en el mundo empresarial de los privilegiados, pero evidentemente era los menos. Lo que sí es cierto que esa posibilidad siempre la tenías, no perdías el tiempo en estudios largos e infructuosos, con el subsiguiente esfuerzo personal y el de los tuyos afrontando unos gastos, a veces insoportables con muchos sacrificios familiares. Al final , hoy, te quedas en la calle sin ningún futuro posible. La sociedad actual no da para más.

Aquellos eran unos comienzos, que con el tiempo te permitían sin grandes alardes, vivir dignamente, tener tu cochecito pequeño, aquellos seat 600 de la época, tu televisor y poder comer todos los días. No te daba para mucho más, pero al menos subsistías. Con la llegada de la democracia empezaron a cambiar las cosas, desapareciendo el control fascista laboral e ingresando en una imaginaria sociedad del bienestar para todos.

Fueron años ilusionantes, donde todos pensábamos hacernos ricos fácilmente y donde aparentemente las oportunidades se presentaban por doquier. Pero poco a poco y tras unos años de cierta bonanza nuestro mundo ideal  se fue al traste y comenzaron a aparecer los nubarrones de la excesiva explotación, del enchufismo desmesurado, del tráfico de influencias y del progresivo empobrecimiento.

La sociedad del consumo masivo nos puso un caramelito en la boca  que con el tiempo nos fue quitando poco a poco.

Los grandes cambios en las empresas trajeron como consecuencia la aplicación de ciertas venganzas guardadas en gavetas desde tiempos inmemoriales, para posteriormente, en el momento oportuno pasar factura. Dicho y hecho. El cambio de tendencia política en las administraciones, trajo como consecuencia el despido masivo de miles de trabajadores fieles exclusivamente a sus funciones laborales, pero que en el lavado de imagen conllevaba su desaparición como representantes currantes de las nuevas entidades. Así pasó con las grandes superficies, las cadenas de radio y televisión (recordemos que las más poderosas pasan a pertenecer  al grupo de influencia de PRISA, lo que produjo un éxodo de trabajadores), empresas automovilísticas y la progresiva desaparición de empresas ligadas al metal, en una reconversión traumática y delirante.

El caso estelar se produjo con la empresa del ínclito Ruiz Mateos Rumasa. Con la llegada al poder del PSOE del entonces machacón Felipe González, había que dar un escarmiento y tratar de demostrar al mundo que la cosa había cambiado. De esa forma se puso en marcha todo un entramado legal para descalificar a su dueño, (que por cierto se volvió tarado), embargando sus empresas y dejando en la calle a miles y miles de trabajadores, cuyo único delito había sido currar durante gran parte de su vida, sin atender  ni entrar en los temas políticos que los habían largado a la calle.

El «progresista socialista» Miguel  Boyer, arremetió con furia inusitada contra las empresas de Ruiz Mateos, apelando a su vinculación y protección del régimen franquista y con el apoyo incondicional de los todopoderosos Opus Dei, que viendo por donde venían los tiros, tardaron muy poco en desaparecer, dejando solo ante el peligro al desesperado Ruiz Mateos. Por cierto más tarde el verdugo Boyer, terror del capitalismo, se casaba con la elitista e indudable franquista Isabel Preysler, viviendo a cuerpo de rey en casa de súper lujo, y alardeando de su excelente nueva situación social. Los hipócritas, al final,  no conocen ni saben de  ética u honestidad.

El  23 de febrero  de 1983 Rumasa  fue expropiada por el gobierno español socialista, tras la llegada al poder desde los años de la República. El gobierno alegó que Rumasa había tenido trato de favor para eludir sus responsabilidades para con la  Hacienda Pública  durante años por valor de millones, siendo tal el ensañamiento que llevó a Ruiz Mateos a la cárcel.

Fueron hasta cien las empresas con las que contaba el grupo, entre ellas las más significativas, el Banco Atlántico, la cadena hostelera Hostasa, las Bodegas Paternina, Garvey, Bodegas Franco-Españolas, René Barbier, Segura Viudas, Conde de Caralt etc,  las tiendas de lujo de Loewe y la impresionante Galerías Preciados.

Se especuló mucho sobre la teoría de la conspiración vinculando a  Ruiz Mateos con el Opus Dei, y el supuesto control que este grupo católico y opuesto al  PSOE ejercía sobre Rumasa, lo que llevó al Gobierno a su aniquilación, ante el temor de que un grupo tan poderoso, pudiera provocar la caída del Gobierno socialista.

El Gobierno socialista justificó su expropiación amparándose en el riesgo de quiebra y el posible desamparo de sus trabajadores con una más que probable intervención del Estado, aunque bien es cierto, que la situación de Rumasa no era diferente al resto de las empresas españolas. Los bancos por su parte veían a Ruiz Mateos y su grupo con bastante temor, gestionando bancos propios sin pertenecer a la gran  y poderosa familia bancaria española. Algunos argumentan que no fue una expropiación amparada por la entonces reciente Constitución Española, sino una confiscación de bienes institucional. El Tribunal Constitucional votó produciéndose un empate, que deshizo el Presidente con su voto de calidad , aplicándose de esa manera el Decreto Ley de expropiación.

La venta de Galerías Preciados al grupo venezolano Cisneros fue al menos extraña e interesada, con la presunta intervención del propio Presidente venezolano Carlos Andrés Pérez, presuntamente miembro del grupo empresarial.   Su venta se cifró en casi 220 millones de pesetas,  que apenas transcurrido un año el grupo de los hermanos Cisneros, listos y previsibles,  revendieron en más de 30.000 millones a la empresa británica Mountleigh. En esta operación los venezolanos ganaron más de 29.700 millones de pesetas….

¿Quién orquestó esta operación? ¿Quienes sacaron provecho de tan importante negocio? ¿Los buscamos presuntamente en nuestros país?. Algunos tendrían que besar por donde pasa Ruiz Mateos. Se apropiaron  de su trabajo y de sus millones.

Lo cierto es que quienes al final pagaron los platos rotos, como siempre fueron los trabajadores, con despidos masivos en una etapa donde daba miedo revelarse ante tanto atropello por temor a las represalias.

Nunca me ha gustado, ni me gustará Ruiz Mateos,  no estamos en la misma línea de libertades progresistas, ni  en la misma ideología política,   pero lo que se produjo en aquel aciago año contra él y su familia, con el abandono de sus amigos del Opus, fue una venganza  interesada. Poderoso caballero es D. Dinero.

Los precios

Es cierto que el euro nos protege al mancomunar nuestra moneda  con el resto de Europa, pero también es verdad que nos ha hecho más pobres. La subida en productos de primera necesidad se ha disparado ostensiblemente, hoy un millonazo de pesetas no vale nada, son apenas 6.000 euros que cuando menos lo piensas ya no están en tu cartera. Hace años lo guardabas celosamente en el banco por si se producía alguna contingencia necesaria para su utilización, hoy apenas si te atreves a ingresarlos, sabiendo de antemano, que mañana  lo tienes que utilizar. Han ido subiendo los precios y decreciendo los salarios.

La cesta de la compra, carnes, pescado, verduras, frutas y otros productos frescos se han hecho prohibitivos para el bolsillo de una ciudadano normal, y no digamos para los miles de parados. Hoy se recurre cada vez con más frecuencia a los congelados baratos, los supermercados donde nos vendes frutas refrigeradas, que cuando llegan a casa se ponen negras como el tizón, o cocinamos y freímos carnes que sueltan más agua que lo que vamos a comer, con olores insoportables que cercenan  tu apetito produciéndote a veces náuseas. Todo ello sin contar con el recurso fácil de productos precocinados insípidos, o el consumo masivo de hamburguesas, perritos calientes y otros inventos americanos que reducen tu trabajo en casa y que al final, como se trata de llenar el estómago, vas perdiendo la costumbre de  una gastronomía que te haga saborear con placer las cosas buenas.

Estamos viviendo en el Estado que mejor se come del mundo y no tenemos más remedio que recurrir a la bazofia barata impuesta por otros países. Nuestra debilitada economía no nos permite disfrutar de nuestra rica, pero cara gastronomía. Como siempre la disfrutan los poderosos, o aquellos que llegan de otros países a comerse nuestras tierras, nuestras empresas y claramente nuestros enriquecedores productos. Hemos pasado a ser  los consumidores «guiris» de comida rápida en nuestro propio territorio.

Han cambiado los precios, pero también nuestras costumbres adaptándonos a una economía maltrecha por tanto consumo exterior. Canarias da, pero nada se queda, ni siquiera el producto de nuestro esfuerzo  y trabajo.

Pero mientras que los productos de primera necesidad siguen subiendo, convirtiéndose en elitistas, el resto del mundo se empecina en vendernos bazofia a bajo costo que consumimos con fruición. Y no solo productos necesarios para nuestra subsistencia como los alimentarios, si no porquería barata disfrazada de  artículos de regalo, «pichias», ropa, relojes y hasta coches. Todo vale con tal de vender, aunque se produzca una competencia desleal con nuestra gente y nuestro productores.

Es curiosa la imposición de consumo que nos implantan desde el exterior con productos chinos, coreanos,, vietnamitas., sobre todo procedentes del oriente, donde infrautilizan a sus trabajadores en los abaratamientos productivos, pagando sueldos de miseria y con trabajos de más de ocho horas, sin apenas descanso, con tal de enviar a los mercados occidentales productos múltiples de fabricación barata.

Se revienta el mercado y nadie pone freno a tanto descontrol.

No siempre fue así, aquellos años sesenta setenta, incluso en plena época fascista, los productos que consumíamos eran productos, frescos, nutritivos y sabrosos. Los huevos, la carne, las verduras, los pollos y el pescado eran otra cosa.

Y no hablemos de aquellos artículos, que aún costando mucho  mas,  eran de verdad, sin plásticos recurrentes, ni circuitos integrados. Aquellos relojes suizos con cuerda y maquinaria de verdad, que tus padres te regalaban cuando terminabas tus estudios de bachillerato, o que tú mismo te comprabas con tu primer sueldo. Eran regalos de postín, aquellos fantásticos Dogmas, Cauny, Duward, Omega, Radiant y un largo etcétera.

Hoy hay chiquillos que con apenas cuatro años, ya tienen en sus muñecas su primer reloj de plástico barato, normalmente de procedencia china por apenas unos euros.

Las promociones recurrentes de diarios y revistas ofertan relojes, que nadie sabe de dónde vienen  y que a veces da igual lo que dure. Tienen buen aspecto, dan el pego y además te permite cambiar todos los días de color y diseño.

Antes eran artículos de lujo y hoy un adimento más de tu vestimenta habitual. Eso sí, son tan baratos que si tienes que quitarte de comprar un  kilo de pescado, no importa, al menos llevas en tu muñeca un reloj, aparentemente, de moda.

Ya no tiene la importancia de entonces, ni siquiera supone un pequeño esfuerzo e ilusión a hora de conseguir tus objetivos. Todo se compra y se vende, hasta el alma al diablo.

Los cálculos familiares de ingresos y gastos estaban en consonancia con las ofertas del mercado y tus posibilidades de acceder a ellas. Hoy son tantas, es tan prolífico y sugerente el mercado que tus cálculos iniciales se van al traste desde el momentos en que sales a la calle y te ofertan por todos lados miles y miles de productos, que en muchos casos ni siquiera vas a utilizar, pero que al final compras motivado por su excelente aspecto y lo barato de su precio.

Hemos perdido la noción del significado del valor de las cosas, y lo malo es que se lo hemos transmitido a nuestros hijos, que ven con desesperación su inalcanzable deseo de consumir.

 Fin del capítulo

Autor Juan Pedro Calvo