Editorial. ¡Ay papi que me la están peinando!

¡Ay si nuestros padres, o los padres de nuestros padres vieran hoy, la realidad de Canarias!

Si levantaran la cabeza y vieran valles, montañas y naturaleza comida por los ansiosos especuladores de hoy, seguro que se llevarían las manos a la cabeza en un gesto inmenso de enorme  tristeza. La civilización, los avances tecnológicos, las nuevas estrategias comerciales, la invasión de los terrenos han hecho posible convertir un vergel en moles de ciudades, pueblos, carreteras y autopistas llenas de cemento, robándole  al pulmón de las islas su tesoro más preciado, su patrimonio natural, ahogándolo hasta dejarlo sin respiración.

El cambio de las islas se ha producido en apenas unos años, muy cortos en tiempo y largos ante los ojos atónitos de cientos de miles de canarios, que ven como poco a poco van perdiendo su identidad natural.

Desde aquí nos preguntamos…. ¿Qué ocurrirá dentro de cien años? ¿Qué verán los hijos de nuestros hijos? ¿Se parará tanto despropósito? ¿Continuará el destrozo masivo de nuestro aún bello entorno?… o quizás ya no quedará nada.

Hoy hacemos esta reflexión convertida en editorial para todos aquellos, que son muchos, que aún tienen conciencia de lo que estamos perdiendo a borbotones día a día. Pensamos que antes de continuar con esta debacle sería mejor parar un poco, dejar pasar el tiempo y valorar en profundidad si merece la pena continuar en la misma línea. Debemos de pensar que el rascacielos más maravilloso del mundo, o la urbe mas avanzada de nuestro tiempo es la propia naturaleza, donde veamos podamos ver  con   claridad el  cielo, tan limpio como se nos regaló, o donde podamos transitar rodeados de árboles, bosques, plantas, fauna y flora, llenos de un frescor vivo, dejando al margen el calentamiento artificial de un cemento que con el calor se hace insoportable.

Estamos, sin darnos cuenta, desafiando las leyes de la propia naturaleza, y es muy posible que si seguimos así,  ella que es sabia, al notar que estamos acelerando su desaparición  se vuelva contra nosotros y nos dé un duro escarmiento.

Canarias necesita que la dejemos respirar.