El Despertar. (Capítulo V). La juventud no quiere soñar.

La juventud no quiere soñar

 

 

 

Autor: Juan Pedro Calvo

Para «El Diario de Canarias» (Del Libro El Despertar)

La juventud no quiere soñar, ni tan poco tiene motivos para ello, solo quiere vivir. Los días son muy largos y la ilusión se va escapando a raudales por los resquicios del subconsciente de millones de jóvenes empobrecidos y sin trabajo, que ven muy complicado su adaptación al nuevo siglo XXI, con estructuras creadas por los mayores en actos vandálicos de supervivencia.

Ellos, los mayores,  lo han consumido todo con voracidad y poco han dejado para esa nueva generación joven que ven con desesperación,  como se han ido destruyendo progresivamente los valores y recursos de la sociedad.

La crisis económica, el cambio climático, la demografía exagerada, el egoísmo patriarcal de unos cuantos, la degradación de la sociedad, todo ello ha contribuido a que a estas alturas el mundo haya perdido el rumbo, añadiéndose diariamente nuevos problemas en su desarrollo destructivo.

Junio 2011. Los días en otro tiempo de un placentero sol, de calor moderado, de días llenos de luz van despareciendo, hoy por el contrario vuelve a amanecer un día gris, con un cielo encapotado y un calor sofocante. El bochorno gris parece instalarse en nuestra tocada climatología. Hoy los diarios vuelven a anunciar lluvias fuertes y tormentas, poniendo en jaque a mas de  22 provincias españolas. Afortunadamente en nuestras islas el cielo seguirá nublado y las precipitaciones débiles, donde hace apenas unas décadas era impensable esta circunstancia.

La ilusión se va perdiendo y los jóvenes no quieren soñar, no hay motivos para ello. Licenciados, profesionales, especialistas, todos ellos una vez terminados sus estudios van irremisiblemente a engrosar las listas del paro.

Las descomposición de la sociedad juvenil se va notando cada vez con más intensidad en las calles. Mayor consumo de drogas y de alcohol,  con fines de semana incontrolados alejados del ambiente familiar. Los chicos ya no vuelven a su casa una vez terminada la fiesta del viernes o sábado, por el contrario se dejan arrastrar por sus propios instintos y desilusiones a través de calles, bares, discotecas y el  consumo al aire libre. Se ha puesto de moda «el botellón», una forma nueva de evasión de tantos despropósitos.

Ya no existen las discotecas multitudinarias con diferentes ambientes, donde con cierto poder adquisitivo pudieran divertirse jóvenes y mayores. La música es atronadora y los disk-jockeys siguiendo las indicaciones de sus patronos dan caña a todo trapo, interfiriendo la voluntad de muchos de poder conectar con nuevos amigos. Solo vale el consumo, hablar lo menos posible y el desenfrenado ritmo de las nuevas tendencias musicales, con la inspiración del disk-jockey repitiendo hasta la saciedad cuatro notas explosivas. Con unas cuantas pastillas, promocionadas desde dentro, unas copas manipuladas, un ritmo frenético y la complacencia de los discotequeros, el resultados final está servido.

El espectáculo lo ponen ellos, los chicos y chicas que acuden de manera habitual a las discotecas. Culos al aire con minúsculos tangas que se exhiben a lo largo de la noche y que toca todo el mundo, camisas, camisetas, sujetadores y otras prendas que vuelan por los aires en unas noches de descontrol.

Todos son consumidores ávidos de unas noches que se les hacen cortas Los que trabajan en jornadas  interminables y con trabajos degradantes, después de haberse licenciado en la universidad o especializado  en escuelas técnicas, sin ilusión ninguna, consumen sus jornales compartiéndolos  con los que no tienen en los fiestones de fin de semana.

El paro es cada vez mayor y a los primeros que afecta es a los jóvenes que tienen que buscar la fórmula para divertirse con el menor costo posible. Las discotecas van perdiendo efectivos y su mantenimiento se hace imposible, muchas de ellas tienen que cerrar. Ha llegado el momento de despertar el ingenio,  los jóvenes  deciden trasladar la fiesta a la calle, es cuando entra en escena el famoso «Botellón».

Pero… ¿Qué es el botellón?

Los expertos reunidos , entre ellos sociólogos, pedagogos, psicólogos, después de un profundo análisis decidieron definirlo como … » Reunión masiva de jóvenes para consumir la bebida que han adquirido previamente en comercios, escuchar música, y hablar»… Es como para echarse a llorar. ¿Porqué no se lo preguntaron a los chicos?. Hubiese sido mucho más fácil y la respuesta hubiese sido la misma. ¿Para qué necesitamos tanto lumbreras en este país? ¿Para llegar a esa conclusión?.

La realidad es que los echaron a la calle por falta de medios económicos y por la arrogante insistencia de los dueños de discoteca en no permitirles en sus establecimientos hablar y comunicarse, con la música a toda pastillas y la insistencia en consumir, porque si no te vas a la calle, o no eres bien recibido y aplican aquello de «Reservado el derecho de admisión». Ellos los ansiosos dueños han hecho posibles las  broncas en las puertas de las discotecas que se han cobrado ya más de una vida.

La solución para sus problemas, para aquellos que eran detectados en las discotecas como malos clientes fue perfecta, un par de botellas de alcohol, ron, voka o whisky, unas muchas cervezas, tetabrik, algo para picar, coche con un buen equipo de música a todo volumen y a buscar el sitio idóneo para el consumo y la confraternización pasional.

La idea fue buena, si los practicantes del «El Botellón» se hubieran dispersado, pero que va, los puntos de reunión eran los mismos y las playas, los parques,  las grades superficies, los lugares cercanos a las discotecas o lugares frecuentados por los jóvenes, fueron tomados multitudinariamente dando lugar a numerosos problemas.

La noche salía mucho más barato que en discotecas o pubs, y las borracheras, el consumo de drogas y el placer estaban garantizados.

El crecimiento de estas actividades lúdicas juveniles y las broncas de fin de semana en lugares públicos obliga en 2002 a los responsables de la Administración, Ministro del Interior, a  publicar una Ley conocida como La Ley Antibotellón, donde se recogía la prohibición de la concentraciones públicas masivas practicando el botellón. Canarias implantó un sistema férreo de control con la prohibición de la venta de bebidas en los establecimientos de noche, tales como gasolineras o servicios de 24 horas, con multas que oscilaban entre los 300 y 1000 euros. Poco efecto tuvo esta Ley entre los jóvenes que continuaron con sus manifestaciones etílicas.

Lo que comenzó como clara rebelión contra la explotación  de pubs y discotecas con precios desorbitados y elitistas, se convirtió en una pérdida de control con actos de vandalismo, rotura de mobiliario urbano, peleas continuas y restos de meadas nocturnas con un olor nauseabundo, que conllevaba semanalmente la limpieza exhaustiva del lugar por parte de los servicios de limpieza de los ayuntamientos.

No hay solución a este problema , tan solo esperar a que pase la moda, cambien los jóvenes sus costumbres, o por contrario proporcionarles trabajos dignos, incrementar sus fuentes de ingresos haciéndoles autodependientes, eliminar los  matones de las puertas de discotecas y pubs, abaratar las copas de las discotecas, controlar el consumo de pastillas, ofrecer alternativas para el ocio y la diversión y en definitiva cambiar radicalmente la sociedad agresiva en la que están inmersos. Solo así se evitarán muchos problemas a ellos y a los ciudadanos en general.

Los menos jóvenes tienen miedo a salir por las noches, que también tienen derecho, el panorama es desolador, hasta tal punto que aquellos dueños de discotecas más tranquilas, lo que en otro tiempo se llamaron «boites», no encuentran rentabilidad posible a este tipo de negocios. Sus establecimientos tranquilos para mayores de cuarenta años se vaciaron y como consecuencia les llegó la ruina más absoluta. Algunos se reciclaron y entraron en el juego de las discotecas donde vale todo, otros no pudieron hacerlo y hoy se encuentran en sus casas esperando que pase éste vendaval juvenil para tratar de volver a sus negocios de siempre.

Pero no siempre fue igual, las discotecas de los 70 eran otra cosa. Fue en aquellos comienzos de los 70 cuando se inauguraron las primeras discotecas como tal, , arrinconado a las «boîtes» de aforos reducidos, música lenta y acaramelada para propiciar los lotes de las parejas  asistentes, con reservados para los más pudientes y copas a precio de oro.

Aquellas discotecas tenían grandes diferencias con las actuales, se cuidaba muchos los decorados, la música, los horarios eran diferentes, había clientela incluso matinal y los jóvenes disfrutábamos al son de una música disco editada de manera especial para los consumidores discotequeros, pero con la salvedad de que de vez cuando se apagaban parte de las luces y los flases, para dar paso a música más romántica que te permitía durante unos minutos intimar con el ligue o la pareja de turno, susurrando al oído todas aquellas cosas que te iniciaban a  una relación inmediata más íntima. Las copas eran caras, pero llevaderas, había más trabajo y los chicos tenían ciertos recursos económicos para gastarlos a discreción. No existían  las drogas, ni el peligro de pasarte, porque automáticamente te invitaban a salir del local, de buenas maneras, con el subsiguiente fichaje para ocasiones posteriores. No se permitían las broncas y todos teníamos el mismo objetivo, bailar, ligar, tomar nuestras copitas y poco más. Nuestros padres estaban tranquilos, aunque la mayoría éramos independientes. Entonces desde muy jóvenes con el trabajo llegaba automáticamente la independencia familiar.  Eran otros tiempos con más oportunidades.

Aquellas discotecas de exquisitos diseños y confort nada tiene que ver  con la utilización hoy de naves, garitos o locales  llenos de una decoración a veces irreverente. Eran otros tiempos y otras discotecas.

Long Play fue una de las primeras discotecas que se abrieron en España. Se inauguró en el año 1971 abriendo sus puertas como Discoteca y Café Teatro, convirtiéndose rápidamente en referente de la movida madrileña donde se reunían un buen grupo de famosos y celebridades del momento. Por allí pasaban habitualmente músicos, actores y actrices, periodistas de todo tipo, disk-jockeys populares y aquellos relacionados por diferentes motivos con las revistas del corazón. Era un lugar propicio para la entrevista improvisada, la contratación de espectáculos y fiestas, las tertulias, desde allí se hacían en directo numerosos programas de radio, o la foto obligada para las revistas del corazón.

Allí se entregaban los premios Long Play de la música, convirtiendo este hecho en uno de los acontecimientos más importantes de la música. Era un sitio elitista, donde se seleccionaba mucho a la clientela habitual. Para poder pasar tenías que ir acompañado por un cliente habitual relacionado con algún famoso del momento.

Las pequeñas actuaciones en vivo de grupos ingleses y españoles le daban un colorido y prestigio especial.

Poco a poco fue perdiendo su glamur y los nuevos famosos buscaron nuevos puntos de reunión. La reconversión del local se hizo en torno a la música más vanguardista. Los noventa conocieron su inclinación hacia el undergound y la músicas electrónica. Mas tarde y ya en el nuevo siglo XXI, Long Play radicaliza su oferta y dirige sus actividades empresariales hacia un público homosexual. Hoy es una de las discotecas gay más reconocidas de Madrid .

 

Salas como Long Play y  Cerebros en Madrid con sus dos salas, una a nivel popular para cualquier cliente que quisiera tomar una copa, y Cerebros 2, justo al lado, enfrente del Hotel Princesa de Madrid, donde se reunían todos los que tenían algo que ver con la radio, la música o el mundo del periodismo, al igual que Long Play, los famosos aparecían en el local para dejarse ver y promocionarse.

Las discotecas cumplían muchas funciones en favor de la diversión y de los encuentros.

La proliferación de discotecas en todo el país no se hizo esperar poniéndose de moda. Cualquier momento y tiempo era bueno para los encuentros, con sesiones de tarde y noche diferenciadas e incluso matinales dominicales en muchas de las discotecas. Siempre estaban llenas, a rebosar, a veces se hacían insoportables con aires acondicionados deficientes, que provocaban el exceso de calor y un sudor intermitente que se expandía por toda la sala. Apenas existían pubs y las discoteca sustituían con éxito los lugares públicos donde se podía escuchar música y tomar una copa.

Los locales estaban bien diseñados, con servicios limpios, bien olientes y con todo tipo de detalles, vigilados casi siempre por una cuidadora limpiadora que permanentemente se encargaba de mantenerlos en orden,  y siempre con el ánimo de agradar al joven cliente. Ahora por el contrario  se elige  una nave industrial con unas manitas de cal, una gran barra para abastecer a los jóvenes las bebidas solicitadas y unos servicios cutres que a lo largo de la noche se vuelven insoportables de olores y porquería por doquier. El mobiliario tenía un significado especial, con taburetes en la barra, cómodos sofás y sillones, y cientos de detalles adornando la sala, hoy por el contrario no existe mobiliario, ahorrando gastos y dando oportunidad al local a acoger el mayor número posible de personas. Su decoración son las ventanas, las puertas, barras adosadas a la pared minúsculas y ladrillos, muchos ladrillos.

Pero existen muchas más diferencias, por ejemplo el servicio de camareros. Las discotecas de los 70 contaban con camareros profesionales, bien uniformados, atendiendo todas las mesas y marcando la distancia educadamente con el cliente. Hoy cuanto menos mejor, no hay atención exterior sustituyendo al camarero por  guardaespaldas. Los que quedan no son profesionales y utilizan un léxico despectivo hacia los que les dan de comer, el propio cliente. La seguridad nunca existió en aquellos esplendidos comienzos de los setenta, las cosas se arreglaban fácil entre dueños y clientes, nunca llegaba la sangre al río. Hoy si te desmadras un poquito te sacan del local los gorilas, con un mamporro final que dará con tus huesos en la calle.

Y la música ha sufrido un gran cambio, más razonable el hecho, sobre todo pensando que son otros tiempos y todo evoluciona.

El éxito de las discotecas y el poco aforo con el que contaban, obligó a algunos empresarios listos a cambiar el rumbo acogedor y amigable de las discotecas donde todos nos conocíamos. Aquel era un buen negocio y había que multiplicarlo rápidamente, no sea que vinieran las vacas flacas y aquello se fuera al traste. Así nació la primer macro discoteca española, en la provincia de Guipúzcoa, en la localidad cercana a Donostia (San Sebastián) Hernani y con el nombre de Young Play. Se había abierto la veda a las grandes superficies que más tarde se convertirían en los garajes incontrolados de hoy.

Las dimensiones de aquellas impresionantes discotecas, bien decoradas y cómodas a pesar de sus dimensiones fueron propicias para los conciertos. Young Play estableció los jueves  su día semanal de conciertos, por allí pasaron Medina Azahara, Triana, Ñu con Rosendo, Los Burning, Obús, Barón Rojo, Radio Futura y cientos de grupos españoles y extranjeros, unidos a los solistas de moda y a algún que otro humorista de éxito, entre ellos Eugenio, Fernando Esteso y Arévalo.

 

En aquellas exitosas discotecas era muy difícil poder conseguir drogas, no estaba al alcance de nadie y salvo excepciones puntuales, no era el lugar apropiado para los drogadictos. Además eran tiempos de «canuto», «Chocolate», marihuana y poco más. La «Coca y el caballo (heroína), eran palabras mayores.

Hoy todo vale, las drogas de ataño han sido sustituidas por las pastillas multicolores, mezcladas sabiamente con el alcohol, con resultados oníricos disparados, transportando al consumidor a un estado de ensueño, eufórico y trepidante. Las discotecas son precisamente, los puntos más importantes donde se suministran estos nuevos compuestos.

Las discotecas en Canarias, esencialmente en Tenerife están en clara y marcada decadencia, los jóvenes no cuentan con el presupuesto adecuado para pasar una buena noche de fiesta, sus recursos son mínimos y no dan para mucho, y la verdad con una sola copa, que es lo que podrían tomar no entran en la sin razón de una noche alocada. Hay que arrimarse al botellón.

Primero El Noctúa, más tarde El Dial, posteriormente El Convento y ahora A Saudade no dan con la fórmula lo suficientemente atractiva para llevar al personal a sus salas.

Todos son diferentes con sus ofertas, El Noctúa dirigido a los jóvenes estudiantes de La Laguna, el irreverente Convento con santos por todos lados, en los pequeños huecos de la pared, produce un especial rechazo a los creyentes, el Dial o Brandys más bien dirigidos a un público menos joven y sobre todo él A Saudade en la línea de los de antaño, agradable, bien decorado, pero con precios que se les escapa a los más jóvenes. Los mayores por su parte no quien salir de casa, tiene cierto miedo a la insegura noche de las fiestas.

Todo ha cambiado, los alcohólicos de antaño, son ahora los de fin de semana, que agarran unas «kurdas» descomunales de padre y muy señor mío, sin importarles absolutamente nada ni nadie. Las madrugadas  de los viernes y sábados son realmente desalentadoras con cientos de jóvenes vagando por las calles como zombis. El alcohol hace estragos y esto va a más.

Tristemente a estas orgías y borracheras de fin de semana, cada vez se van uniendo chicos más jóvenes, llegando a atrapar a aquellos que apenas cuentan con quince años.

Hemos llegado al final de este capítulo, prefiero relajarme de tanta desazón juvenil y tantos recuerdos y ha llegado el momento de sentarme delante de  mi equipo de música y dejarme llevar por el Get Ready de Rare Eart, eso sí que era música.

(Fin del capítulo)

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